Cuando bajó para León a pasar el invierno Emilio el de Piedrafita se dio de baja de la razón, como no entendía nada no quería que encima se lo explicaran.
Es más, para evitar la tentación de que lo hicieras tú se te adelantaba.
– ¿Ves ese que va corriendo?
– Sí.
– Pues no tiene prisa, dentro de un poco vuelve y también va corriendo. No se puede tener prisa en todas las direcciones.
– Lo hará por deporte.
– ¿Deporte es correr por correr?
– Más o menos.
– Pues peor me lo pones.
Pero él cada mañana iba al mismo banco, miraba las mismas cosas y guardaba los mismos silencios. Por eso cuando pasaba a una que iba a misa también hacía el mismo comentario: «Al cielo no va a ir, es mala a rabiar, pero por lo menos va para algún lado y vuelve de alguna parte».
León está lleno de Emilio, solos o en compañía de otros, de cada uno que pasa piensan una cosa, pero no la dicen (o sí, si es muy llamativa). Por eso, cuando les ponen delante un espectáculo no pueden marchar sin comprobar a ver en qué dan estos del Ayuntamiento.
Aunque los vean de culo, ya se lo imaginan ellos de cara.
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