Querido Lúcido: Hay en Remolina una fuente acudidera y misericordiosa que se llama «OJO DEL MAR». Nace bajo un enorme peñasco calizo, como si fuera un beso de la Peña La Muga y un abrazo maternal del hayedo de los Cotorrales, donde zurean las torcaces en gregoriano.
Allí comíamos la merienda cuando nos tocaba la vecera de los corderos; o cuando íbamos a verla en los paseos domingueros. Metíamos la cabeza en aquella covacha, y bebíamos a morros sus transparencias como si fuera un vino con denominación de origen: ¡Una sed, dos seces, tres seces!
Y todo emigrante, lejos ya de su patria chica, pues se acordaba de su Fuente del Ojo del Mar como si se tratara de su novia lejana, Y aquel recuerdo se le metía en el alma lo mismo que una dulce cuchillada.
¡Aún es niña esta Fuente y ya tiene que emigrar como si fuera un miembro añorado de nuestra propia familia!
Y va diciendo con Jorge Manrique:
«Partirnos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que cuando morimos,
descansamos».
Un poco más abajo, la Fuente del Ojo del Mar se tira de cabeza al Sagrado Pozo Llaso del Esla donde el vadiniense Tridio Alonge sacrificaba sus mejores caballos a los dioses pidiéndoles que libraran a su tribu de las caligas de los romanos que ya venían al galope por el Bedular acá.
Y, como la vida es un trote, el Esla se tira de cabeza al Duero, que ya viene jadeando desde Urbión, después de haber rezado algo en el regazo de la Laguna Negra.
¿Y el Duero?... Pues se sienta en el regazo del Mar de Oporto como si fuera un monje en el rezo de Completas.
¡El Padre Duero en el Mar! ¡Castilla por el Duero al Mar! ¡Nuestras vidas al oleaje del Mar!... Y Manrique sollozando a la orilla de toda despedida.
Allí está también Píndaro con su Pítica V para recordarnos:
«No hay nadie que del dolor
no lleve una parte».
Y en la Nemea VII nos advierte:
«A todos nos alcanza
el oleaje de Hades,
y cae por igual
en quien lo espera
y en quien no lo espera».
Y en la Istmica IV remacha el clavo:
«Cambiante viento empuja
a todos los hombres».
Mientras caminábamos, íbamos recitando la ‘Epístola moral a Fabio’ en la que Andrés Fernández de Andrada nos dice:
«Un ángulo me basta entre mis lares,
un libro y un amigo, un sueño breve,
que no perturben deudas ni pesares.
Esto tan solamente es cuanto debe
naturaleza al parco y al discreto,
y algún manjar común, honesto y leve».
Es importante el lugar donde se nace. Donde se nace y donde se vive nos influye como si fuera una herencia, o una Segunda Naturaleza. Heredamos lo bueno y lo malo de los caminos, pues es imposible caminar sin que la tierra se nos pegue a los pies del alma.
Es ahora cuando el Ojo del Mar nos habla desde el Mar. Pero el Mar se ha olvidado de sus claros orígenes.
Cada persona está donde está su corazón. Y nuestro corazón está en el OJO del MAR y sus montañas circulares. Nos están haciendo señas para que nos «echemos arriba» con las águilas y los venados.
Es necesario que, frecuentemente, regresemos a esta Escuela Familiar y a esta Universidad de la Naturaleza.
Y has de saber, Lúcido, que la NOSTALGIA es el síntoma de la querencia por el ABSOLUTO.
Quiera Dios que, después de esta surcada, podamos mirar el Mar con el OJO DEL MAR.
¡Que así sea!
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