Es el caso que, cuando llegaba el Cacharrero de Astorga, descargaba el mulo frente a la Portalina de la iglesia, tendía en el suelo terroso la abundancia de cazuelas, platos, botijos, orinales y así. Se apretaba el cinto un ojal más y, ¡ala!: a ponderar su mercancía a voz en grito.
Como las paisanas ya habían oído el cornetín, acudían empañoladas y con mandil a manosear la mercancía. Que más revolvían que compraban, a pesar de la mirada atravesada del cacharrero astorgano, que lucía sobre el chaleco de pana la cadenilla dorada del reloj de bolsillo.
El caso fue que se personó la tía Abundancia, descolocó la cacharrería y levantó del suelo uno de aquellos orinales de barro esmaltado en blanco y con una cenefa azulona en la boca del utensilio.
Después de mirarlo y remirarlo por arriba y por abajo, carraspeó tres veces y preguntó por el precio.
– ¡Un rial, Señora, vale un rial!
Y comenzó el tira y afloja sobre el precio. Y la clienta no se bajaba del burro. Y las demás, pues a esperar.
Fue después de una larga porfía cuando la tía Abundancia empezó a sacarle las tachas al bendito orinal que se dejaba hacer sin abrir la boca: que si tiene un desconchado en la panza; que si es algo estrecho de boca; que si a cómo me lo deja, y así.
Y que me resulta estrecho, porque yo MEO MUY ESPARRAMAO.
Fue entonces cuando el Cacharrero escupió la colilla del cigarro que le colgaba del labio inferior, y le espetó a la paisana:
– ¡Señora mía: MEE USTED BIEN O MEE USTED MAL, EL ORINAL LE CUESTA UN RIAL!
A la semana siguiente de este hecho, los mozos ya cantaban por las calles:
«Dicen que la tía Abundancia
un orinal se ha comprao
que le queda muy estrecho,
porque orina esparramao.
Pero debajo la cama
tiene guardado un perol
que no le pierde una gota
cuando mea a chaparrón.
Que el Chacharrero de Astorga
los haga con más barriga,
que abundan las Abundancias
que miccionan de esta guisa».
El orinal de la tía Abundancia
Esmaltado en blanco y con una cenefa azulona en la boca del utensilio
27/07/2022
Actualizado a
27/07/2022
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