Se entiende por silabario el «librito escrito con sílabas separadas para enseñar a leer». Se le llamaba también CARTILLA y CATÓN. Lo de CATÓN, en memoria de Catón: aquel célebre escritor romano cuyos libros morales se empleaban para educar a la juventud y para aprender a leer.
Sobre la CARTILLA, el pueblo llano solía decir:
– «Leerle a uno la Cartilla» era ajustarle las cuentas o buscarle las costuras.
– «No estar en la Cartilla» era hacer algo fuera de ley.
– «No saber la Cartilla» era como llamar ignorante a alguien.
De modo que los pocos que quedamos dando guerra, somos hijos del SILABARIO, la CARTILLA, el CATÓN y así.
De aquellos tiempos, aún tenemos en los oídos y en la memoria aquella cantinela de nuestras madres, que fueron nuestras primeras maestras, recitándonos el SILABARIO:
La B con la A=BA: Barro.
La C con la A=CA: Casa.
La D con la E=DE: Dedo.
La F con la E=FE: Feo.
La G con la A=GA: Gato.
La J con la A=JA: Jamón.
La M con la A=MA: Madre.
La P con la A=PA: Padre.
La R con la I=RI: Risa.
La D con la I=DI: Dios.
Aprendido de carrerila el SILABARIO, fuimos capaces de leer a trompicones aquellas cosas tan sabrosas:
«Mi Mamá me mima».
«Amo a mi Mamá».
Y hasta cantábamos a gorgoritos:
«Que llueva, que llueva
la Virgen de la Cueva...
Que llueva a chaparrón
con azúcar y turrón».
Y nuestras madres nos decíaan al meternos, a la fuerza, en la cama:
«Duérmete, niño,
duérmete ya,
que si no viene el Coco
y te va a llevar».
Pero el niño, que ya tenía escuela y conocía el lenguaje de la calle, se envalentonaba y decía:
«¡COCO NENE CHUPA PILILA!».
La madre se santiguaba, porque bien sabía ella que con lo de «pilila» su criatura no se refería a la pequeña pila de Agua Bendita que había a la puerta de la iglesia.
¡Anda que no había progresado el guaje en el manejo del SILABARIO!
Mucho más tarde lei en el filósofo alemán Martin HEIDEGGER (1889-1976), que el LENGUAJE ES LA CASA DEL SER» Que el hombre vive en esta casa, y que es CUIDADO de todo lo que existe.
Y también, que lo que no tiene nombre es como si no existiera.
En mi novela inédita ‘Nostos (Regreso)’, cuento el caso de aquella mocina de 14 años que había escapado de un Amo que la maltrataba,
Cuando NOSTOS la alcanzó junto a un pozo del camino y le preguntó su nombre, la muchachina le respondió:
No tengo nombre, porque mi AMO, con la fusta en la mano, me decía:
– ¡TÚ, friega los cacharros! ¡Tú, tiende la colada! ¡Tú, barre el portal! ¡Tú, lávame los pies...1 • • • Y así siompre.
Fue entonces cuando NOSTOS, que había escapado de los terroristas de Palmira, en Siria, y caminaba hacia España, como cristiano que era, sacó de1 pozo una cantimplora de agua y la bautizó con e1 nombre de AGUA.
El caso fue que se enamoraron locamente, y ella le decía a cada paso:
¡Llámame AGUA, llámame AGUA!
Y se bebían el uno al otro como si hubieran llegado de un oasis.
Aun así, no eran capaces de apagar su SED de INFINITO.
¿Qué condición será esta para que el ser humano no logre apagar su ardentía?
Pero el ALFABETO les decía al oído
– La P con la A=PA: ¡PATRIA!
¡QUEASÍ SEA y AMÉN!