"¿Qué hago en León? Pues ver escaparates"

El comercio leonés sufrió una gran transformación en los años setenta, y buen ejemplo de ello, entre otros muchos, son los negocios como García-Lubén, y las tiendas de Moráis o la de Cortefiel

03/06/2024
 Actualizado a 03/06/2024
García Lubén, un gran clásico cuyo fundador decía que solo podía presumir de tener buen gusto y su lema era "una tienda diferente". | FERNANDO RUBIO
García Lubén, un gran clásico cuyo fundador decía que solo podía presumir de tener buen gusto y su lema era "una tienda diferente". | FERNANDO RUBIO

Si buscas entre los nombres más repetidos de las décadas centrales del pasado siglo buceando en la historia de las gentes de León serán inevitables, es más, serán los más presentes los ligados al comercio de la ciudad: García Lubén, Moráis, Pallarés, Sabugo, Antañonzas, Uría, Simeón, Cortefiel, Lobato... y una importante lista de nombres propios o familias conocidas que estaban detrás de otros que no llevaban el apellido pero todos sabían quiénes eran. "Manolo el de Yalex", por decir un caso.
   
Nombres tan representativos que en un precioso artículo de emotivos recuerdos del arquitecto leonés Pepe Álvarez Guerra, en La Nueva Crónica, éste llega a escribir: "La alta burguesía dominante era el comercio de la ciudad". 

A la hora de bucear en su archivo, sobre este tema de los históricos comercios (almacenes comerciales leoneses) Fernando Rubio cree que un buen ejemplo del cambio que se estaba produciendo esta en los dedicados a la ropa, o tenían una sección de ella. "Al reflexionar sobre el cambio en el comercio textil en el León de los 70, mi cabeza me ha llevado a la forma en que ocurrían las cosas anteriormente, en la que la carencia de ropa lista para llevar, el Prêt à Porter, mantenía los almacenes de telas y mercerías. Telas con las los hábiles sastres confeccionaban, a medida, los trajes, sencillos o ternos (Chaqueta, pantalón y chalecos) y las camisas, los trajes militares y eclesiásticos y los hábitos de los hermanos de las cofradías, para los hombres y, las modistas todo tipo de ropa para las mujeres".

Cortefiel, con su céntrica y espectacular tienda en la capital, era como la certificación del triunfo del ‘Prêt à porter’ pero con buen gusto. | FERNANDO RUBIO
Cortefiel, con su céntrica y espectacular tienda en la capital, era como la certificación del triunfo del ‘Prêt à porter’ pero con buen gusto. | FERNANDO RUBIO



Por ello, entre tantas posibilidades y muchas fotos en su archivo de los setenta elige tres nombres que representan a todos y significaron mucho en los setenta, en los que Rubio retrató momentos especiales: García Lubén, Moráis y Cortefiel. El primero es una familia comerciante ‘de toda la vida’; Moráis es un ejemplo de la irrupción (en la avenida Padre Isla) de un nuevo tipo de comercio en la ciudad, "que seguía la estela, a escala, de Galerías Preciados y El Corte Inglés madrileños, hace justo medio siglo. Una revolución al integrar en una sola superficie, departamentos de ropa, complementos, telas, artículos infantiles, discos, juguetes y espacios para guardería infantil y servicio de peluquería", recuerda Rubio.

Y Cortefiel, que era como la certificación del triunfo del Prêt à porter. "Lo que entonces era una novedad que mantenía el buen gusto y la elegancia propia de la sastrería, ésa que prácticamente ha desaparecido por el boom de la ropa deportiva, el calzado y los complementos deportivos".

Almácenes Morais, todo tipo de ofertas en un solo espacio. | FERNANDO RUBIO
Almácenes Morais, todo tipo de ofertas en un solo espacio. | FERNANDO RUBIO



Lo del buen gusto parece que era una preocupación real de aquellos comerciantes leoneses, así lo certifica una anécdota que recordaba el arquitecto Luis Algorri en un programa dedicado al edificio de García-Lubén desde el punto de vista arquitectónico, en una sección semanal que tiene en el programa Hoy por hoy León de la Cadena Ser. Hablaba del fundador de la saga, Cipriano García-Lubén, y recordaba que el aquel hombre decía que "de lo único que puedo presumir es de tener buen gusto". 

Tal vez por ello el lema que aún encontramos en muchas viejas fotografías de García-Lubén decía: "Una tienda diferente". 

Que ya es mucho. Y que se reflejaba en los escaparates de estos singulares comercios de la ciudad, y que tal vez propiciaron la recordada anécdota que se repetía en muchos pueblos de nuestra provincia cuando, en aquella misma década de los setenta, muchas familias de la provincia invirtieron sus ahorros en comprar un piso en León —les habían convencido de que era un valor seguro— y cuando algún vecino que no había metido ‘el calcetín o la viga’ en ‘el ladrillo’ les preguntaba "¿y tú qué vas a hacer en León?".
- Pues ver escaparates.

Y es que parece que eran tiempos para ello, para admirar lo que veían e imaginar lo que había dentro. Lo de comprar, cada cual. Pero se supone que sí gastarían las perras para llegar a esa situación que señalaba Álvarez Guerra, que en el citado artículo —titulado significativamente ‘La década prodigiosa (1960-1970)'— escribía: "Así que claro, la ciudad, al fin y al cabo centro administrativo provincial, florecía en una primavera permanente, y con ello, el comercio y la vida diaria".

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