Es inevitable el viaje de este lunes —el calendario manda— a las cabalgatas, a la espera emocionada, para los niños, de abrir los regalos que dejan los Reyes Magos. Y en este viaje de medio siglo, hasta 1973 nos propone el archivo de Fernando Rubio, se nota y mucho el paso del tiempo. Hay dos aspectos llamativos a simple vista: El primero es que el hoy conocido y esperado Papá Nöel ni tan siquiera existía, por lo que los primeros regalos para los niños eran los que dejaran los Magos de Oriente. Y en las fotos también se ve que aquel León era otro bien diferente, en el que no había vecinos suficientes de raza negra para hacer el papel de Baltasar y sus pajes y tenían que ser blancos pintados. Mira las fotos y pronto lo notarás.
Pese a ello, el viaje emociona, al menos así lo recuerda Fernando Rubio: «Hay pocas cosas que hagan que mis recuerdos vuelvan a la época de la niñez como éste de los Reyes Magos; aunque muchas veces no llegasen a traer todo lo que les habías pedido, por carta y con mucha fe, no faltaban ni la pelota para los niños ni la muñeca para las niñas. Recuerdos de una sociedad que ya no existe y en la que las festividades eran eso, fechas memorables en las que se hacían cosas diferentes al resto del año; reuniones familiares, comidas especiales, regalos y por eso, por hacer diferente la rutina diaria, eran esperadas casi con ansiedad».
Ansiedad que se ve dibujada en las caras de los niños que ven pasar la cabalgata. También es evidente la diferencia en la ropa que vestían los niños... y los padres; además de las batallas por hacerse con los caramelos que lanzaban al viento las comitivas de los tres reyes, en carrozas mucho más humildes y menos espectaculares que las actuales.
Tiene Fernando muy frescos los recuerdos de los regalos más habituales e, incluso, el remate del rito de abrirlos:«Para nosotros, los chicos, el fuerte con los soldados del 7º de Caballería que lo defendían de los indios (todos de goma), las pistolas y rifles o el arco y las flechas con las que jugábamos en la calle e incluso el tren eléctrico, con vías de tres railes. Para las niñas, se los veíamos en la calle, con su cochecitos para pasear las muñecas, las cocinitas con sus cacharros correspondientes y, un traje de enfermera. Para ambos, los patines de 4 ruedas y ajustables y en el cúlmen, si el año había sido muy bueno y ya tenías la edad, la bicicleta en sus variedades de paseo (modelos para niñas o niños) y carrera». No entra Fernando en la valoración de si eran bélicos, discriminatorios... «solo es un repaso de lo que había, nada más».
Y, siempre y para todos, después de desenvolver los regalos, «una taza de rico chocolate con un trozo de roscón de Reyes y... a jugar a la calle para enseñar a los amigos los regalos que Sus Majestades nos habían traído».
Cree Fernando que no existía, o era minoritaria, esa corriente actual de «no gustar la Navidad». Cree que «la sociedad se ha vuelto más compleja y acelerada pero en el fondo seguimos sintiendo las mismas pulsiones y deseos por un poco de alegría para nuestros seres queridos que en el fondo es un acto de egoísmo, ya que si los nuestros están bien, nosotros estaremos mejor. Creo que es muy importante que, sin importar nuestra edad, no dejemos apagar la llama de la ilusión». Y para alimentarla nos deja algunos versos. Los primeros nada menos que de Miguel de Unamuno, de su poema ‘Agranda la puerta padre’:
«Agranda la puerta, Padre, / porque no puedo pasar. / La hiciste para los niños, / yo he crecido, a mi pesar. / Si no me agrandas la puerta, / achícame, por piedad; / vuélveme a la edad aquella / en que vivir es soñar.»
Y para los descreídos... un descreído, Joaquín Sabina: «Te juro que es mentira los Reyes son los padres, / es mentira que ha muerto el Rock and Roll; / es mentira que sepan a vinagre / los besos sin amor. // Para mentiras las de la realidad promete todo pero nada te da….».