Salamón acogía este sábado una jornada sobre la trashumancia, el pastoreo y una mirada especial al mundo de la lana, no en vano tiene un ecomuseo con especial dedicación a ella. Entre los actos había una conferencia del gran experto en todos estos temas, Manuel Rodríguez Pascual, quien hace tan solo unas semanas ha publicado otro gran libro de referencia: ‘Merinas y la industria de la lana’. Nuevamente la lana y recordaba allí cómo "durante cinco siglos (XIV al XVIII), España dominó los mercados europeos de la lana proporcionando prosperidad a nuestros pueblos y ciudades". Con gran presencia de León y sus rebaños. "Nuestras ovejas merinas producían una lana de gran calidad que era la envidia de Europa".
Tanto que fueron conquistando mercados —hasta Australia llegaron— y en España y en León se fue devaluando, llegando hace tan solo unas décadas a la peor de las situaciones, cuando nuestros pastores denunciaban que "no nos da ni para pagar el esquileo, a veces no la quieren ni regalándolo".
En los años 70, que nuestro Fernando Rubio guarda en su archivo, la situación aún no era tan grave, aunque ya se ‘asomaba’. Rubio recuerda que "al ver las fotos ya me doy cuenta de que me hablan de una sociedad que ya ha dejado de existir, por lo menos en nuestra tierra".
Aún tenía más presencia, aún se vareaban en nuestros pueblos los colchones, se hacían calcetines, gorros y otras prendas de lana, muchas veces para trajes regionales, e, incluso, había en la ciudad ‘mercado de lana’, cuyas fotos aporta para este rincón de los lunes. "Hasta comienzos de los 80 todavía se podía ver este comercio durante las Ferias de San Juan y San Pedro. El uso más frecuente, en la capital, era para la preparación y reparación de los colchones que en esa época estaban, en su mayor parte, rellenos de lana".
Y recuerda el recordado proceso de varear la lana hasta lograr los colchones: "En el verano, se deshacían, se lavaba la lana, se vareaba y esponjaba y, se volvían a rellenar. También se aprovechaba para arreglar los muelles de los somieres sobre los que se colocaban esos colchones".
Pero, como él mismo apuntaba, son retazos de una vida que apenas tiene vigencia. Aún se recuerdan aquellas furgonetas que recorrían nuestros pueblos con una propuesta repetida: "Cambiamos su viejo colchón de lana por un moderno..." y ponga ahí la conocida marca que le apetezca.
La lana ‘pura de oveja’ empezaba a aparecer en trajes regionales, en carros engalanados, romerías, en la fiesta del pastor, como recoge Fernando Rubio en varias fotos... pero sus usos tradicionales, la vieja vida... ésa queda en el refranero, aunque algunos hayan perdido vigencia pues darle a "tener mucha lana" el sentido de ser rico no parece tener mucho sentido en la situación que describimos, pero se sigue utilizando, tal vez porque "quien tiene ovejas, tiene leche, queso, lana y pellejos".
En el citado encuentro de Salamón también había algún destello para la esperanza; allí estaba Alberto Díaz, el hombre que está haciendo una marca de calidad en tejidos la lana de oveja merina que haya hecho la trashumancia.
También Rodríguez Pascual en su libro habla de optimismo, a través de experiencias como la de Miro el de Tejerina, que ha comprado semen en Australia de las ovejas ‘herederas’ de las que un día salieron de León, hace un par de siglos. "Creo que la lana tiene futuro en un mundo cada vez más sostenible. La moda rápida que nos invade, debe dar paso a una moda más lenta y sostenible con productos de más calidad y duraderos; y ahí es donde la lana tiene que primar".
A ver si es aún posible revertir otro viejo refrán que, éste sí, no era nada optimista sobre el futuro de este producto: "El que tiene lana... no tiene nada".
Que no sea una realidad irreversible.