Pavoroso incendio en las casas de los militares

El incendio de las casas de los militares permanece en la memoria de los leoneses pues fue uno de los más pavorosos que vivió la ciudad, sino el que más, aquella noche del 4 de mayo de 1976, hace exactamente 48 años

06/05/2024
 Actualizado a 06/05/2024
La imagen lo dice casi todo y si a la espectacularidad de las llamas le sumas que se produjo en plena madrugada... pues pánico. | FERNANDO RUBIO
La imagen lo dice casi todo y si a la espectacularidad de las llamas le sumas que se produjo en plena madrugada... pues pánico. | FERNANDO RUBIO

Los fuegos son de esos sucesos que permanecen en la memoria colectiva de las gentes. Por muchas razones, por su espectacularidad, por el pavor que causan, los daños, la impotencia al combatirlos y, en algunos casos, las muertes, que se suman a los siempre cuantiosos daños materiales. Por ello, las ciudades —sus gentes— guardan una especie de listado de incendios que marcaron una época. Y uno de ellos, uno de los más recordados, es el llamado incendio de las casas de los militares, uno de los más espectaculares y dañinos con la única cara positiva de que no hubo muertos. Lo ilustra muy bien las frases de los afectados que repetían con diversas frases la misma idea: "Al menos hemos salvado la vida", "y gracias que lo contamos...".  


Fue la noche y madrugada del 4 de mayo de 1976, ya oficialmente día 5, cuando las llamas del edificio situado en la calle Álvaro López Núñez, una cooperativa de militares, se podían ver desde prácticamente toda la ciudad, de ahí que se arremolinaran los leoneses en el lugar, las inmediaciones del colegio de los Maristas.


"El incendio debió declararse sobre las 3 y media de la madrugada. En un principio se pensó que el incendio podría ser dominado por lo que los vecinos no dieron demasiada importancia pero cuando el fuego empezó a incrementarse se vio que la escasísima dotación del servicio municipal contra incendios que acudió (dos camiones y ocho hombres) no podía controlar el incendio. Fue completamente imposible hacer otra cosa que abandonar el inmueble con lo puesto. Los vecinos en ropa de dormir, vieron aterrados como su casa se iba convirtiendo en una auténtica pira". Contaba Iñigo Domínguez de Calatayud, en su crónica de ABC, del que era corresponsal y, a su vez, compañero de Fernando Rubio en el Diario de León. Tampoco Fernando olvidará jamás aquella noche, en principio de trabajo para él, pero asimismo de dolor.

Casi toda la ciudad pasó, en un momento u otro, por las ruinas de las casas. | FERNANDO RUBIO
Casi toda la ciudad pasó, en un momento u otro, por las ruinas de las casas. | FERNANDO RUBIO


El fuego se sumó a tremendos estallidos de material inflamable (pintura sobre todo) de un almacén que había en los bajos del edificio. Explosiones que en el recuerdo de Fernando se mezclan con los más variados gritos de dolor de aquellas gentes que habían perdido todo menos la vida. "El fuego llegó a derretir vigas", contaba Iñigo Domínguez y recuerda Fernando. 


La siguiente escena del recorrido ya es dantesca. "Sobre las siete menos cinco el edificio se derrumbó hacia atrás, hacia el patio común de las viviendas, produciendo un ensordecedor ruido. Los bomberos, cogidos por sorpresa, tuvieron que abandonar el lugar. Una inmensa polvareda, llena de chispas, lo invadió todo. Cuando el polvo se disipó sólo quedaba en pie la fachada delantera".


Como para olvidarlo.


El almacén de pinturas quedó en el recuerdo como el causante de aquel incendio de hace 48 años que en el ranking de palabras para definirlos se ganó con absoluta justicia el calificativo de "pavoroso". Solo la ausencia de fallecidos mitiga el dolor del recuerdo.


Llegaba el ‘Incendio en las casas de los militares’ prácticamente ocho años después (faltaban cuatro semanas) de otro que también había sacado a los leoneses a la calle, pero por otra razones: el famoso incendio en la cubierta de la Catedral. Nada que ver su espectacularidad, la dimensión del fuego, la devastación que causó pero lo que estaba en juego era perder la gran  joya del patrimonio leonés: La Pulchra Leonina. También los efectivos eran escasos pero se movilizaron los de diversas provincias vecinas, especialmente desde el Principado de Asturias. 


También después de este ‘pavoroso’ incendio de las casas de los militares vivió la ciudad  otros que también forman parte de la memoria colectiva. Un año especialmente ‘duro’ en este campo fue el de 1994, con otros dos incendios que además se agravaron porque allí no pudieron decir que "al menos lo podemos contar" pues en este caso sí hubo muertos. En la noche del 2 de febrero (1994) muchos leoneses veían el resplandor lejano de una casa que ardía, era la popular ‘Casa de don Valentín’ (de 1930), al lado del Puente de los Leones camino de la estación. Una vieja estructura de madera pareció yesca que alimentó un incendio espectacular pero que, en este caso, se saldó sin víctimas.


Pero aquel 1994 tuvo otra recordada tragedia. El mes de octubre deparaba otra desagradable sorpresa con un espectacular incendio en la céntrica calle Lope de Vega, en el que perdieron la vida dos personas. Lo más sangrante de esta última tragedia es que se trataba de un incendio provocado que llevó el pánico a cien familias del inmueble y que además no ha podido ser resuelto, nada se ha sabido del pirómano.


Tal vez son los más famosos, pero no los únicos. También bastante recordado fue el del Seminario Menor, de la carretera de Asturias, un año y pico después del ya citado en Álvaro López Núñez. En este caso los daños materiales se valoraron en 30 millones de pesetas (de 1973) y se supo después que el edificio no estaba asegurado. Y si acudimos a los ‘históricos’, perece que el más llamativo había sido en el lejano 1943, cuando un "formidable" (fue el adjetivo de la prensa en esta ocasión) destrozó el Palacio de Gaviria.


Tenía el fuego ‘actualidad’ este lunes por cumplirse 48 años de aquel en el que estuvo a ‘pie de cámara’ Fernando Rubio y porque hace tan solo dos noches hubo otro incendio a muy pocos metros de ‘las casas de los militares’, en un edificio en semirruina habitado por el artista callejero y pintor Salvador Armesto y su perra Paca, famosa porque se la requisaron los servicios municipales... y se la tuvieron que devolver ante la presión popular del barrio. Aunque no todo el mundo debe acoger a Salva con el mismo cariño pues las noticias apuntan a que el incendio fue provocado, algo incomprensible sabiendo lo que un fuego significa. 

Y sin saberlo.

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