El Pilar de Correos: cuando los carteros traían cartas

El Día del Pilar hay otro colectivo (además de la Guardia Civil) que también celebra a su Patrona, es el del Cuerpo de Correos

16/10/2023
 Actualizado a 16/10/2023
Varios trabajadores de la oficina preparando el reparto para sus destinos. |FERNANDO RUBIO
Varios trabajadores de la oficina preparando el reparto para sus destinos. |FERNANDO RUBIO

Se han sucedido estos días pasados actividades, celebraciones, y saraos diversos para conmemorar a la Patrona de la Guardia Civil, la Virgen del Pilar. Todos los medios de comunicación han dado cuenta de ellos y, tal vez por ello, el brillo de los tricornios ha dejado un poco en la sombra a otro importante ‘cuerpo’ que también ese día celebró a esta misma patrona, son los integrantes del Cuerpo de Correos, que el 21 de marzo de 1935, se constituyó la Hermandad del Pilar de Funcionarios de Correos, de ahí la celebración en el 12 de octubre. 


Al comentar con Fernando Rubio esta anécdota y proponerle traer este asunto a estos lunes suyos, poniendo más luz en los carteros que en los guardias civiles —ya muy atendidos— el fotógrafo lo da por bueno, tiene imágenes y un comentario inicial: "Hace años que no escribo una carta, que no la meto en un sobre, escribo las direcciones de destinatario y remitente y, después de franquearla, la introduzco en la boca del buzón. Hace años que no espero una carta, que no anhelo su llegada. Porque las cartas llevaban en su interior un mensaje de noticias que siempre esperábamos que fueran buenas", algo que contrasta con otro cauce de recibir noticias, las del Cuerpo de Telégrafos (por cierto, su patrono es el Apóstol Santiago) y que, dice Fernando, "al contrario de las cartas, la llegada de un telegrama era, casi siempre, sinónimo de malas nuevas".

| FERNANDO RUBIO
 


Le tiene fe nuestro fotógrafo, como se ve, a las cartas, tal vez porque sus recuerdos le lleven a la época en la que más las utilizó. "Me atrevo incluso a hablar de cartas íntimas, ésas que escribes a alguien cuya ausencia, aunque sea corta, te duele, sólo recuerdo las que escribía a mi esposa durante mis días de recluta en el campamento de El Ferral, allá por 1970. Pero hay (había) cartas de todo tipo: de agradecimiento, de amor, de despedida, de arrepentimiento… Y, según las vamos escribiendo, vamos validando la realidad de nuestras experiencias".


En las reflexiones iniciales de Fernando Rubio está la explicación del cambio. "Hace años que no escribo una carta. (...) Hace años que no espero una carta", comenzaba diciendo y, sin embargo, esta segunda parte incluso se agradece pues, me cuenta el cartero de la comarca: "Echamos de menos cuando la gente miraba por la ventana y nos esperaba, cuando si no estaban en casa nos preguntaban si no había carta para ellos pues las cartas eran noticias, recuerdos, fotografías... muchos hijos que se habían ido a trabajar a Madrid, Barcelona, Bilbao incluso fuera de España que enviaban aquellas cartas cargadas de recuerdos y sentimientos".
- ¿Y ahora?
- Ahora no traen más que malas noticias; la mayoría de las cartas que llevan son de Hacienda, del Banco para decirte que te sube las comisiones, propaganda... Nadie espera a los carteros, ¡qué tiempos cuando los carteros llevaban cartas!; lo dice muy en serio José Francisco Santos, durante décadas cartero rural, aunque a él no le gusta la expresión: "¡Qué coños cartero rural! Cartero, el cartero de toda vida".


Desempolva de su archivo Fernando Rubio varios buzones que en aquella década de los setenta fue fotografiando en diversos pueblos de la provincia, coincidiendo con sus viajes para otra cosa. "Entonces eran un servicio, hoy son una reliquia", insiste José Francisco, quien recuerda que los carteros fueron unos personajes muy importantes, buscados con frecuencia para todo tipo de iniciativas pues nadie como ellos conocía a todos los vecinos. "Y los favores que hacíamos, cogerles algo en la tienda, en la farmacia, todo se le pedía al cartero, como iba todos los días".

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| FERNANDO RUBIO


Hay una irrepetible anécdota de un excelente conversador, Enrique Zapico, de Canseco, que cuando el pueblo se iba vaciando y los vecinos con los que hablar cada día estaban más alejados ideó una excelente solución. Le dio a un sobrino 50 sobres vacíos, con su dirección puesta en ellos y los correspondientes sellos, y le dijo: "Cada dos o tres días echas uno al buzón".
- ¿Y esto, tío?
- Muy sencillo. El cartero, que es muy hablao y de buena conversación tendrá que ir a verme. Yo le espero en el corral, con un vasín de vino, unas rajas de chorizo y malo será que no echemos media hora de charla...


Así fue como aquel cartero estaba intrigado con quién escribiría a Enrique, siempre con la misma letra, pero sin decir ni una palabra, que también ahí hay secreto profesional.


Y mucha profesionalidad. Como la mostrada por aquella cartera de la que Fernando Rubio guardaba una imagen repartiendo el correo con un burro, Juana Martínez, encargada de llevar el correo hasta Caín, a veces con tremendas nevadas. "La nieve era dura, pero te voy a decir una cosa, para mí era mucho peor el calor de julio y agosto, me sofocaba más, por aquí estamos menos acostumbrados. 36 años fui la cartera, como antes lo había sido mi padre y antes el abuelo. De toda la vida éramos los carteros, bueno unos de los que había, que entonces éramos cinco en el valle, cada uno repartía unos pueblos. Yo siempre hice Caín".


Las palabras de Juana también nos dan idea de otros tiempos, no solo porque hacía el reparto con el burro... sobre todo por la importancia de aquel oficio. Cinco carteros había en el Valle de Valdeón.
Mejor no contamos cómo está la situación ahora mismo. 

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