A la hora de echar la mirada atrás sobre aquellos años 70 que guarda en su archivo Fernando Rubio no tiene duda sobre el momento más triste, tal vez la noticia más dura a la que le tocó acudir, ahora hace exactamente 45 años, que había saltado a todos los medios de comunicación nacionales e internacionales con el título de ‘Tragedia en el río Órbigo’. No fue exactamente en León aunque sí a muy pocos kilómetros, en la localidad zamorana de Santa Cristina de la Polvorosa, (a 4 kilómetros de Benavente y pocos más del límite entre las dos provincias) pero tanto dolor no puede saber de fronteras, ni de solidaridad.
La descripción breve de la noticia es escalofriante: «Se precipita al río Órbigo un autobús de una excursión escolar y mueren 49 personas, de ellos 45 niños», alumnos del colegio Vista Alegre de Vigo, que regresaban de una excursión a Madrid y Toledo.
Poco que decir que no se imagine cualquiera. Pero Fernando recuerda un aspecto que multiplicó aún más el dolor y la tensión: «Hay un aspecto que aumentó el drama de las familias que sufrieron la pérdida de los seres queridos: el tiempo que tardaron en poder recuperar, honrar y enterrar a sus familiares. El estado del río hizo que, 15 días después del accidente, aún faltasen por encontrar los cadáveres de cuatro niños».
Ya apunta que el río muy crecido tuvo mucho que ver en esta situación, un accidente terrible que desencadenó una cadena de dolor: Localizar a las familias (no resultaba tan fácil como podría ser hoy), el viaje de esos padres y madres desesperados, la llegada y encontrar que tan solo dos de los cadáveres habían sido recuperados, la tensa espera, el cansancio, el dolor...
Incluso la llegada de la entonces reina Sofía, —acompañada de los ministros de Educación, Otero Novas, y el de Universidades, González Seara; además del capitán general de Valladolid y el jefe de su Estado Mayor—estuvo salpicada de escenas de tensión y protesta, como recogían algunos medios (Perfecto Conde Muruais lo relató desde Benavente para El País) y también lo recuerda el propio Fernando Rubio, desplazado allí por la magnitud de la tragedia y la presencia de la reina. «Especialmente emocionante fue la llegada de la Reina al hospital comarcal de Benavente. Numerosos familiares de las víctimas abordaron a doña Sofía en términos de extrema dureza para decirle que exigían medidas eficaces de salvamento.
Algunos padres llegaron incluso a pedir la interrupción de la labor de los fotógrafos. El hall del centro sanitario se convirtió por unos momentos en dramática audiencia real, en la que unos padres desesperados hablaron a doña Sofia en lenguaje llano y claro: «aquí no se está haciendo nada para recuperar a nuestros niños» -le dijeron unos- y otros mostraron otros aspectos de su descontento: «Sobran guardias civiles que echen a la gente de los alrededores del puente y falta quien trabaje en el río para hacer algo que nos devuelva los cuerpos de los seres que perdimos».
Recuerda Rubio que ciertamente el ritmo de trabajo era deseperantemente lento, a pesar de que las informaciones oficiales hablaban de todo lo contrario. Los medios con los que contaban para el rescate nada tenían que ver con los actuales y parece que raíz de esta tragedia se creó un cuerpo especial de buceo y rescate en la Guardia Civil.
"Aquí no se está haciendo nada para recuperar a nuestros niños de las aguas del río", le dijeron los desesperados padres a la Reina Sofía, que acudió al lugar del accidente a las pocas horas
Las crónicas de este corresponsal de El País hablaban de muchos aspectos de la falta de medios y coordinación. Así los dos primeros cadáveres fueron hallados por unos piragüistas tres kilómetros aguas abajo del lugar del accidente, no se sabía el lugar exacto en el que permanecía el autobús bajo las aguas y algunas confusiones realmente trágicas, como la vivida por unos padres de Vigo que en el viaje les informaron de que su hijo se había salvado y al llegar y buscarlo de un sitio a otro comprobaron que también estaba en las aguas del Órbigo que bajaba «hasta seis veces su cauce normal».
Y en medio de la tragedia hubo comportamientos realmente heroicos de ciudadanos de la comarca. El citado Conde Muruais recoge algunos de ellos: «Varios jóvenes de Santa Cristina se arrojaron al agua inmediatamente, y se da el caso de Enrique Domínguez, por ejemplo, que sacó a cuatro náufragos de las aguas con ayuda del joven Manuel Sobrado, entre otros. O un padre de siete hijos, José Fernández Castro, mostró también especial valor a la hora de prestar auxilio».
Lo cierto es que había indignación entre los vecinos de Santa Cristina por lo que entendían que era falta de efectivos, aún mayor entre los familiares, que creían que no se estaban utilizando los medios adecuados y necesarios. «Aquí sobran coches oficiales y uniformes, y falta lo que más necesitamos, hombres que se echen al río para sacar a nuestros hijos», dijo un padre de dos niños muertos sollozando.
Sobre las causas del accidente nada se supo a ciencia cierta; sí muchas hipótesis y conjeturas, que iban de la velocidad excesiva, al patinazo e, incluso que el conductor fuera a estornudar por efecto de los famosos, en la época, polvos pica-pica, pero no existe una versión oficial definitiva.
También en la vertiente leonesa se recuerda el terrrible accidente; en entrevistas como la de Machín, en Toral de los Guzmanes, este nonagenario vecino recordaba que «mucha gente cogió mantas de casa y se fueron en coches hasta el lugar del accidente, por ver si se podía ayudar en algo».
Por desgracia, no se podía.