El 1º de mayo es una de esas fechas que ya amanecen cargadas de noticias: las manifestaciones del Día del Trabajo, la romería de Valdorria, las fiestas del barrio ‘más obrero’, El Ejido de Jesús Divino Obrero... pero aquel 1º de mayo de 1.994 sufrió León una verdadera conmoción al conocerse la muerte, con tan solo 45 años, de Ángel Luis Fernández Castaño, el popular locutor de radio Gelete, todo un fenómeno social, tanto que ‘en los medios’ era conocido como ‘El Cordobés de los radiofonistas’, como recordaba su compañero Magín Revillo. No era una exageración su trascendencia social, a nivel local, no la había tenido ningún otro de los grandes que pasaron por la radio leonesa. Y los hubo muy importantes, de Luis del Olmo a Paco Umbral o Victoriano Crémer, pero Gelete era otra cosa. Siempre contaba Gerardo, el hombre que hacía las sopas de la Noche de San Juan, cuando le preguntaban si el año que más gente acudió fue cuando vinieron los Reyes a degustarlas: «No, ni mucho menos. El único año que se nos desbordó aquello, se nos agotaron, fue uno que Gelete se pasó dos semanas diciendo a la gente que fueran a comer las sopas... eran verdaderas avalanchas».
El citado Magín Revillo le recordaba el día de su muerte, en un hospital de Madrid tras una larga enfermedad que Gelete siempre estuvo convencido que superaría, y escribía en La Crónica de León: «Ni los recuerdos ni la pena, ahora tan cercanos, me impiden afirmar, sin exageración alguna, que con Gelete acaba de írsenos una de las voces más populares, sino la más, que nunca tuvo la Radio leonesa; el personaje más peculiar que se haya movido por el mundillo artístico local; la figura más controvertida de los escenarios festivos. Tocado parecía de una gracia especial para comunicarse con los demás, y aunque surgido de la escuela más elemental pronto su talento natural, su desmedido entusiasmo, su afán por sobresalir, le llevaron a gozar de las caricias que la popularidad reserva a los auténticos triunfadores. Y Gelete lo era, sin duda.
Aquellas mañanas de micrófono abierto, sus quiebros y requiebros con los oyentes, entre el amor y el tormento, su peculiar manera de ser, consiguiendo audiencias hasta entonces impensables, que no le regateaban piropos y que todos los días formaban cola a la puerta de la emisora queriendo conocerle. Y últimamente su enfermedad incurable y maldita, las noticias confusas sobre su paradero, el anuncio repetido de su muerte prematura, la intranquilidad de sus oyentes, todo ha contribuido a crear en torno suyo una especie de mito que incluso hace dudar de su desaparición definitiva, tantas veces desmentida. Quizás porque sea verdad que los elegidos, los tocados por la gracia, nunca mueren. Y es tu caso, Gelete».
Cierto que no se ha borrado su recuerdo. Se sigue hablando de Gelete, ahí está el Mercadillo Gelete de libros usados, ahora en manos de Mures, su amigo y alguien empeñado en que el recuerdo del gran Gelete siga vivo.
Y ya hace 30 años. Al preguntarle a Fernando Rubio si tendrá fotos de Gelete para su aniversario la respuesta no podía ser otras: «Las que hagan falta, con quien sea, donde sea... no había acto social que se preciara en la ciudad que no se contara con Gelete, para promocionar a Tito y Tita, para recibir a cualquier estrella, para concursos de todo tipo, la elección de Maja o lo que fuera... allí estaba Gelete; por cierto, un buen tipo. Que sean también mis fotos un homenaje de cariño y amistad».
Y claro, saca de su desván/archivo muchas más fotos de las que tienen cabida en dos páginas de periódico: Con Tito y Tita, con Córdoba, con artistas nacionales de todo tipo, presentando galas, rodeado de las cartas que le enviaban para uno de sus concursos... «Más de 10.000 cartas llegó a recibir para alguno de sus concursos».
Fernando recuerda lo que ya contaba en otro reportaje sobre este personaje irrepetible: «En la radio hizo un poco de todo, hasta llegar a colaborar y después presentar recordados programas como Variedades en la matinal, Ventana abierta o De todo; en los que siempre puso en práctica su concepto de la radio abierta, cercana, ‘para amas de casa’, decía él y, de alguna manera, ‘le achacaban’ los pocos detractores que Gelete pudo tener».
Algunas de las fotos que rescata Fernando Rubio son con los recordados cantantes de Fabero, los hermanos Tito y Tita, pues no hay que olvidar que en el origen de la increíble carrera musical de aquellos niños ‘también estuvo Gelete’, como ellos mismos cuentan siempre: «Aparecimos en Radio Juventud de Ponferrada, donde nos llevó Manuel Pérez Álvarez, a un programa que hacía Yolanda (Ordás). Debió gustar pues llamaba gente a la emisora para que volvieran a cantar ‘los niños’ . Se enteró Gelete, de Radio León, nos llamó y allí ocurrió lo mismo, como cantábamos en directo, los oyentes pedían que nos volviera a traer para escucharnos otra vez. Gelete también nos ayudó mucho».
Y es que la bondad fue una característica de aquel Cordobés de la radio. Y la tolerancia, en tiempos nada fáciles para ella.
Se fue con 45 años, su entierro es de los que se recordará durante muchos años, como su figura.