Veinte sepulturas leonesas llevan grabado el terror de ETA

Veinte leoneses fueron asesinados por la banda terrorista ETA; dos de ellos en los años 70 (1976 y 1978) por lo que Fernando Rubio guarda en su archivo aquellos duros y tristes momentos

23/09/2024
 Actualizado a 23/09/2024
Impresionante manifestación de duelo en el entierro en Riego de la Vega del policía Miguel Gordo García, asesinado en 1976. | FERNANDO RUBIO
Impresionante manifestación de duelo en el entierro en Riego de la Vega del policía Miguel Gordo García, asesinado en 1976. | FERNANDO RUBIO

Es duro el tema de hoy: los atentados terroristas de ETA. Muy duro, tanto como la sinrazón, pero ahí está y además León pagó una carísima contribución a aquella locura. Veinte muertos. Veinte víctimas de esta tierra, veinte familias destrozadas, veinte entierros cargados de dolor, impotencia e indignación. 

Los años setenta, aquellos que Fernando Rubio guarda en su archivo, fueron de aquellos que se llamó "los años de plomo", en los que se amanecía con excesiva frecuencia con otro atentado. "Escalada de terror", titulaba el Diario de León ante uno de los atentados en los que murió un leonés, en 1976. Pero Fernando Rubio hoy prefiere ‘tirar’ más de memoria que de archivo, tiene grabados en sus recuerdos aquellos atentados con leoneses que le tocó cubrir y le pone reflexión a las imágenes de dos de ellos: El de Miguel Gordo García, de Riego de la Vega, en 1976, el primero con víctima leonesa; y el de José Rodríguez de Lama, en 1978. "Era muy raro el día que no apareciera noticia de un atentado etarra (de etarratas, les digo yo): tiro en la nuca, ametrallamiento, coche bomba... portadas en los periódicos con imágenes de las víctimas y, al otro día, la noticia del sufrimiento de los heridos y familiares y de los entierros; algunos, en las Vascongadas, llevando el féretro a la iglesia de forma subrepticia; otras veces, hasta en veinte ocasiones, en nuestro León".

Entierro de José Rodríguez de Lama. | FERNANDO RUBIO
Entierro de José Rodríguez de Lama. | FERNANDO RUBIO


Las cifras están ahí. 3.474 atentados de ETA, en los que asesinaron A 853 personas, hirieron 2.632 y secuestraron a 90. Y de esos muertos, la mayoría (780 concretamente) se produjeron a partir de 1978, "es decir, en plena Democracia, no luchaban contra ninguna dictadura".

El primero de los atentados que tuvo que cubrir informativamente Fernando Rubio fue, en 1976, el primero con víctima leonesa. Lo recuerda bien: "Mis fotografías no pueden transmitir la tristeza, el dolor y la impotencia de los que en la Iglesia de Nuestra Señora del Caño, en Riego de la Vega, asistíamos al funeral de ‘corpore insepulto’ de Miguel Gordo García, y su posterior entierro en el cementerio de Riego de la Vega, pueblo natal de su viuda. Miguel, de 40 años, palentino de nacimiento y leonés por matrimonio, era guardia civil y murió al retirar una ikurriña adosada, como trampa, a un cable de alta tensión. En menos de seis meses los sicarios de ETA habían acabado con la vida de cinco guardias civiles, colocando ikurriñas como señuelo, unidas a una trampa explosiva, a un cable de alta tensión o para atraerles a una emboscada mortal. Estaba casado y dejaba un huérfano de tan solo 6 años". 

Arrancaba una lamentable historia que así resume Rubio: "Veinte sepulturas leonesas, veinte familias rotas, veinte seres humanos asesinados de forma artera, vil y cobarde por los criminales ‘gudaris' de ETA (Euskadi Ta Askatasuna en castellano ‘País Vasco y Libertad)".

El segundo de los atentados ‘con víctima leonesa’ fue en 1978, el de José Rodríguez de Lama, en Guipozcoa. "José era un guardia civil nacido en León en 1947 (tenía 31 años), estaba casado con Carmen Villar y tenía dos hijos y un tercero ‘en camino’ pues en el momento de su asesinato su mujer estaba embarazada de más de ocho meses de su tercer hijo. Se enteró por la radio de que su marido era uno de los asesinados. Durante el funeral pidió que no le pusieran medalla alguna, tal como él quería pues, explicó, siempre me decía que si le llegaba a ocurrir lo que fatalmente pasó que no dejara que le pusieran medallas".

leoneses victimas esta
 



En las historias con víctimas leonesas hay otra que impresiona, por todo lo que tiene de simbólico. Fue el del policía nacional Policía José Ángel Álvarez, de la localidad omañesa de Socil. Paseaba un día de permiso vestido de paisano y desarmado cuando le pegaron un tiro en la cabeza. Tenía 31 años, estaba casado y era padre de una niña de 5 años. Cuentan las crónicas que un pariente dijo: "¿Qué iba a hacer? La solución es quedarte a vivir aquí como agricultor o eso, meterte en la Policía. Es la solución de los pobres".

La viuda de José Rodríguez se había enterado por la radio; la madre de José Ángel tardó muchas horas en enterarse, tanto que ya estaba la prensa allí cuando aquella mujer recibió la noticia. La compañera de La Crónica, Ángela Domínguez, (que había acudido a Socil con el fotógrafo Mauricio Peña) solía contar que se le quedó metido en el cerebro el grito de dolor de Humildad, la madre del asesinado al enterarse, en una noche terrible de invierno.

Varios meses después, en el verano siguiente, visitamos a esta mujer, de luto desde el pañuelo de la cabeza hasta las zapatillas, silenciosa, a la que costaba arrancar una sola palabra y a la que tenían que apagar la televisión cuando había atentados de ETA pues se sumía en un profundo dolor. "Sigo viviendo para ayudar al otro hijo que se quedó aquí con el ganado, que lo que quiero es irme pronto con José Ángel", repetía. 

Cuando ya nos íbamos la mujer nos lanzó una pregunta, que jamás pude trasladar a quien ella quería: "Ustedes que andan por el mundo; si un día se encuentran con un terrorista de esos le preguntan que qué les estorba que haya gente en el mundo. Y gente buena, como mí hijo".

Y es que José Ángel era, de alguna manera, el triunfador, había dejado el ganado, era policía... tal vez por ello cuando todas las autoridades del momento acudieron al entierro le dijeron que les pidiera lo que quisiera: "Dénle algún trabajo a este hijo que me queda aquí". Al día siguiente, nada más supo de ellos.

Entre los 20 asesinados leoneses los hay de todo tipo: guardias civiles y policías asesinados a sangre fría, el de la ikurriña, una hospedada en el hotel Corona de Aragón, una dependienta de Hipercor muerta a en aquella masacre... y hasta un trabajador de Telefónica al que dijeron haber confundido...

Es muy difícil hacerse una idea de tanto dolor. Fernando Rubio quiere aportar como remate unos versos de otro ilustre poeta leonés, Antonio Gamoneda: "Y casi no sé más. Yo sólo aspiro / a estar contigo en paz y a estar en paz / con un deber desconocido / que a veces pesa también en mi corazón".

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