Es imposible que en esta provincia existiera durante muchos años (varias décadas del siglo pasado) un personaje más conocido y más en boca de todos que Martiniano. Que todos sabían que se apellidaba Fernández pues el citado Martiniano era el dueño de la empresa Fernández, concesionaria de la gran mayoría de líneas de autobús de la provincia, con aquellas famosas balas de plata, por el color, que recorrían toda la provincia partiendo y teniendo su destino de regreso en un lugar que estaba en boca de todos: Las cocheras de Martiniano.
Estrena León estos días Estación de Autobuses, de nombre Urraca I (¿porqué no un nombre menos noble, como el Catalina García, primera mujer conductora de autobús en España y que durante muchos años hizo la linea de Cofiñal?), pero parece casi imposible que esta nueva estación supere en presencia pública a aquellas Cocheras de Martiniano y, sin desmerecer, algunas de las paradas de otras empresas menos poderosas pero igual de presentes en la vida diaria de muchas comarcas: como la Empresa Martínez, Ramos, Vivas o Reyero , por citar algunas, con pequeñas cocheras o paradas por la ciudad, en la Avenida Madrid, la Estación de Matallana...
No podía faltar en el archivo de Fernando Rubio imágenes de la Empresa Fernández y las cocheras de Martiniano, incluso el recuerdo del histórico personaje y su hijo Antonio, que sucedió al fundador y estuvo al frente de la empresa durante muchos años, hasta que aquella venta a los asturiano de ALSA, en 1996, con lo que fueron desapareciendo de nuestras carreteras las ‘balas de plata’ para ir girando el color hasta llegar al azul que hoy nos invade.
Para entender la fuerza de aquella empresa de Martiniano habría que recordar que no solo tuvieron sus propios talleres para todos los arreglos necesarios sino que llegaron a construir muchas partes más; lo recuerda Fernando Rubio: "Era curioso la cantidad de carrocerías diferentes que tenían en esta empresa, todas o casi todas artesanales, de sus talleres, y como brillaban cuando las daba el sol, de ahí su sobrenombre de ‘balas de plata’. La carrocería de ‘las balas’ se conformaba con chapas metálicas sujetas con remaches tipo avión, que durante décadas recorrieron las carreteras leonesas. En el frontal se podía leer MAR-FER, las iniciales del fundador y dueño: Martiniano Fernández. En definitiva, carrozaban ellos mismos su importante flota de autocares".
Era curioso la cantidad de carrocerías diferentes que tenían; todas o casi todas artesanales, de sus talleres, y cómo brillaban con el sol, de ahí su apodo de ‘balas de plata’
¿Era muy importante la flota y las lineas y servicios que cubría? Una dato nos evita, seguramente, muchas más explicaciones: "Después de muchas intentonas de hacerse con la empresa, al final Antonio Fernández, el hijo de Martiniano, cedió y ALSA la compró por siete mil millones de pesetas de los años noventa". No se puede decir que fuera calderilla.
Otro ejemplo de los empleados de la empresa, el margen de las decenas y decenas de conductores y cobradores, hasta que este segundo servicio se suprimió y pasó a hacerlo el conductor. De un vídeo realizado por trabajadores de la empresa Fernando Rubio extrajo de los créditos algunos de los nombres y oficios que había en los autobuses de Fernández: "Recordamos a D. Martiniano Fernández, Dña Palmira Diez Tascón, D. José María (éste tenía un Rolls Royce) y Antonio Fernández Díez (todos sus coches los pintaba en gris perla: Lamborgini, Porsche, Renault5). Al señor Rebaque, administrativo; al señor López ‘el vizco’ y encargado de la sección mecánica; el Chipi, Vicente Vota Varela, los hermanos Cobelo, los hermanos Isaías y Dalmacio, carroceros; el señor Rey, encargado de chapistas; Gregorio el tornero; Agustín ‘el empalmao’; Amable Álvarez ‘pitojillos’; Bustamante, ‘el cachorro’, ‘el retaco’, ‘el cacahuet’, Tito ‘boca pequeña’, el ‘chispa’ Rubén, de Soto de Valdeon; Virgilio, el pintor; Octaviano, el recadero; Boni ‘el ratonero’, almacenero; conductores y demás compañeros cuando trabajamos en la Empresa Fernández". Una lista de agradecimientos que, además de ayudarnos a entender la magnitud de la empresa también nos recuerda la tradicional imaginación de los leoneses para poner motes.
Martiniano —los leoneses lograron tal familiaridad con él que evitaban el Fernández e incluso el don, pese a ser muy rico— fue un personaje relevante de la vida social, "hecho a sí mismo» como se repite de tantos, aquel chaval de Castromudarra (1901-1970) tuvo cargos importantes en el mundillo empresarial leonés pero, sobre todo, formaba parte de la vida diaria de la provincia a través de sus autobuses y, sobre todo, sus empleados. Los conductores de sus autobuses eran muy conocidos en todas las comarcas, con fama de excelentes conductores. No hace mucho Tino, que hizo la linea de Cofiñal durante décadas, reconocía en una entrevista en La Nueva Crónica que «he dejado amigos por todas las localidades que cruzaba", ¿quién no recuerda a Casillas en Villamanín o a Nicasio en Riaño?... en fin todos, pues como afirmaba uno de los fundadores de la Empresa Reyero, Fernando: "No hay nadie que no tenga una buena experiencia en un autobús, con un buen conductor". Aún recuerdo un papel fundamental en la prensa en papel del siglo pasado. Llamaba el corresponsal de cualquier comarca y avisaba: "Mando por el Martiniano de las 8 un carrete de fotos y el texto de la noticia de... Laciana, Riaño, Boñar, Astorga, etc, y el redactor de comarcas marchaba al momento para ‘las cocheras de Martiniano’ o una de las otras citadas. "Un periódico se hace con buenas lineas de autobuses", sentenciaba el gran Polo Fuertes, corresponsal en La Bañeza.
Dirá el presidente Mañueco lo que quiera, nada superará a las cocheras de Martiniano en la memoria colectiva de los leoneses. Entonces el inteligente era él, ahora lo es el edificio.