Que en León todo es diferente lo saben hasta –por poner la distancia adecuada, que viene muy bien a cuento– en… Japón. Y, en este caso, en concreto, tengo que decir "lo siento". Siento que una muy corta pero atractiva ruta cultural, de punta a punta de la ciudad, creada en el año 2016 como de hermanamiento entre las ciudades de León y Japón, podría haber sido y no es. No lo fue nunca –lo tengo claro–, salvo para que determinadas ‘estrellas’ de la política salieran sonriendo en unas fotografías con fecha de caducidad.
Esta ruta, Ruta del Conocimiento, no se promocionó de forma adecuada, ni por parte de las autoridades competentes (las de entonces y las de ahora) se cuidaron los ‘detalles’ (hitos de mármol y los cerezos que se plantaron a su vera). El resultado en el mundo real es más que evidente: dejándola en manos de la pegajosa e inoportuna indiferencia y de los salvajes vándalos, se olvidó. Y digo bien: se olvidó al parecer para siempre porque, en mi intento de conocer la verdad –¡qué tristeza!–, nadie sabía de lo que yo hablaba, sentía y preguntaba, salvo una honrosa excepción: una de las responsables de la Oficina de Turismo de León me confirmó lo que yo sospechaba tras buscar, incluso, bajo el alma de las piedras y del color verde de los ‘tapines’: tres de los cinco hitos marmóreos habían desaparecido: el de La Chantría, el del entorno de San Marcos y el del Parque de Quevedo. Aun así, por si, tú, lector, quieres acompañarme, comienzo.
"Alégrate, porque todo lugar es aquí y todo momento es ahora". ¡Qué gran verdad! Olvidémonos del ayer y vivamos con intensidad el presente, ahora y aquí.
Con la frase entrecomillada del párrafo anterior se inicia la ruta. Escrita en una placa de mármol, en castellano y japonés, se encuentra en la base del Torii (‘percha de pájaros’) situada entre el río Torío, en Puente Castro, y la cercana zona comercial. Una zona verde, la verdad, bastante abandonada, donde destaca, para mal, ese campo ‘playero’ de voleibol con… matojos verdes para dar alimento a los conejos y liebres.
Es primavera. Y allí me detengo para respirar por mis poros la belleza de los cerezos en flor, en perfecto contraste con el color rojo del Torii. Rojo, porque los japoneses afirman que ese es el color del sol y porque, además de sagrado, posee un gran poder para la prevención de las enfermedades. Pero ¿qué es un Torii? Permitidme que…
Antes de que desaparezca la fría noche bajo los ojos de todo caminante, un pajarillo inquieto anunciará con su cántico la llegada del alba y todo, entonces, volverá a iluminarse, y el calor del sol despertará del letargo la frialdad para que –¡oh, milagro!– todo, hasta la alegría de vivir, se ponga de nuevo en marcha con ganas de seguir descubriendo nuevas rutas y consiguiendo mejores metas para sentirse, realmente, realizado.
¿Que qué es un Torii? Se entenderá mejor si hago mía una leyenda extraída de la mitología japonesa. Esta:
Tras discutir acaloradamente con su familia, Amaterasu O-mikami (la Diosa del Sol) buscó el refugio de la caverna Ama-no-iwato para meditar. Y con su retirada dejó al mundo en una permanente oscuridad. El resto de los dioses intentaron, una y otra vez, convencerla de que depusiera su actitud porque no es nada bueno que la noche se haga la dueña del todo durante días, semanas, meses y años. Pero ella (la Diosa del Sol) insistía en que la dejaran en paz, respirando sus lágrimas en la soledad que le otorgaba aquel confortable vientre terroso. Nada ni nadie parecía convencerla hasta que… En un amanecer sin luz, por su culpa, justo fuera de la caverna, escuchó el canto de un pajarillo que aprovechaba las hojas del muérdago salvaje como punto de apoyo. Aquella melodía le cautivo de tal manera que salió de la caverna para conocer al dueño de tan prodigiosa garganta. Y allí, entonces, se confirmó el concepto de que "los dioses residen más allá del árbol donde se sienta el ave". El Torii, sus arcadas, lleva, por ello, los caracteres de ‘pájaro’ y ‘residencia’ o ‘residir’. La ‘percha de pájaros’.
Pero el Torii, portal formado por unos pilares verticales de color rojo (o, excepcionalmente, anaranjado), unidos por una viga horizontal y realizado normalmente con la madera del árbol llamado alcanfor, es algo más en la cultura japonesa: es la puerta de entrada al recinto sagrado de un santuario sintoísta; es un símbolo de prosperidad, fe, esperanza y buena suerte, y es un talismán que aleja los espíritus malignos o negativos. Colocados cerca de lagos, bosques, ríos o, incluso, del mar, los Torii también sirven para advertir a las personas de que cuiden de la Madre Naturaleza, no arrojando basuras por encima de su piel o –¡qué curioso!– se abstengan de orinar en las inmediaciones donde se encuentran.
Dicho lo dicho, La Ruta del Conocimiento continuaría (en León) hasta encontrar el segundo hito instalado en las inmediaciones de La Chantría, con el siguiente mensaje: «No lastimes a los demás con lo que te causa dolor a ti». Frase que la podríamos sustituir por otra muy similar de nuestra propia cosecha. Esta: "no le hagas a los demás lo que no te gustaría que te hiciesen a ti". Si la vida nos golpea hasta dañarnos, si nos han decepcionado, no busquemos en el camino a quién echarle la culpa. Cerremos las heridas y avancemos.
Avanzamos.
Próxima parada, el Parque del Cid. Y allí sí está, por el momento, el hito en el que se puede leer: «Da, aunque no tengas más que un poco que dar». Es este –dicen– uno de los mensajes/peldaños, junto al que "habla con la verdad" y "no te dejes dominar por la cólera", los que te acercarán al destino final donde habitan los dioses.
En la cuarta estación, cerca del viejo convento de San Marcos, deberíamos detenernos frente al hito que llevaba escrito en su piel pétrea la siguiente frase: «cuida el exterior tanto como el interior porque todo es uno». Y la verdad, aquí, se vuelve a manifestar: el perfecto equilibrio lo encontraremos siempre que la mente y el cuerpo estén en paz consigo mismos. Todo es uno. Cuidar el exterior está bien si no nos olvidamos del aspecto interior o viceversa. Equilibrio total, aunque nos cueste.
Y, siguiendo la dirección del Camino de Santiago, La Ruta del Conocimiento terminaría en el corazón del Parque de Quevedo. Y allí, la frase del quinto hito, entresacada como las anteriores de la doctrina zen (sistema filosófico budista, cuyo origen, en China, se remonta al siglo VI), era la siguiente: «la paz viene de dentro, no la busques fuera». La paz se encuentra bajo tu piel, nace de tu interior; no la busques en ningún otro sitio o bajo la sombra de otra persona, por muy idolatrada que la consideres. Y fin.
La Ruta del Conocimiento, en León, se inspiró en aquella otra japonesa de los 88 Templos, Peregrinación de Shikoku, que fundó el monje Kukai en el siglo IX. Una ruta circular, siguiendo las agujas del reloj, de más de 1.000 kilómetros que se inicia en el templo Ryozenji, en la ciudad de Naruto, y finaliza en el templo denominado Ōkubo-ji, situado en la ciudad de Sanuki.
¿Hay alguien por ahí, por el ancho mundo que cobija el cielo leonés, a quien no le resulte interesante esta Ruta del Conocimiento con todos sus ‘ingredientes’, aunque ya no existan? ¿Los van a reponer? ¿Se va a promocionar este foco cultural?
La ruta del conocimiento, con inicio en el Torii de Puente Castro ("¿Y eso qué es?")
Un muy corto pero atractivo paseo cultural, de punta a punta de la ciudad
05/09/2022
Actualizado a
05/09/2022
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