¿Se puede perdonar a alguien que ha cometido el crimen de matar a su hermana y después se ha tirado por un precipicio? Todo ocurrió en la Nochebuena de 1995 en la huerta murciana y quien se hace esa pregunta es Miguel Ángel Hernández, escritor que da paso en las páginas de su último libro a aquel suceso en el que el asesino era su mejor amigo. Lo que vivió entonces lo cuenta en segunda persona del singular intercalando este nivel narrativo con lo que sucede ahora, en el presente, cuando él se dispone a escribir una novela sobre el dolor de los demás enfrentándose a su propio pasado a través de informes judiciales, entrevistas, encuentros... Por un lado ofrece la visión de aquel chaval de 18 años que asiste perplejo a unos hechos que ahora, 20 años después, son el eslabón inicial para escribir una novela de autoficción. Por otro, desgaja en las páginas cómo va recabando información para relatar aquel crimen y lo hace con Emmanuel Carrère o Delphine de Vigan como referentes para contar hechos reales y autobiográficos. Miguel Ángel vuelve así al medio rural del que renegó para hacer además reflexiones sobre el papel de la mujer en los pueblos o la amistad. «Las palabras siempre fallan; la escritura nunca llega al fondo de las cosas. Con suerte, lo bordea, lo toca, puede rozar la herida».
'El dolor de los demás', de Miguel Ángel Hernández
Reseñas de libros, discos y series en la sección cultural que La Nueva Crónica ofrece cada domingo a sus lectores: 'Enredabailes'
29/10/2018
Actualizado a
19/09/2019
¿Se puede perdonar a alguien que ha cometido el crimen de matar a su hermana y después se ha tirado por un precipicio? Todo ocurrió en la Nochebuena de 1995 en la huerta murciana y quien se hace esa pregunta es Miguel Ángel Hernández, escritor que da paso en las páginas de su último libro a aquel suceso en el que el asesino era su mejor amigo. Lo que vivió entonces lo cuenta en segunda persona del singular intercalando este nivel narrativo con lo que sucede ahora, en el presente, cuando él se dispone a escribir una novela sobre el dolor de los demás enfrentándose a su propio pasado a través de informes judiciales, entrevistas, encuentros... Por un lado ofrece la visión de aquel chaval de 18 años que asiste perplejo a unos hechos que ahora, 20 años después, son el eslabón inicial para escribir una novela de autoficción. Por otro, desgaja en las páginas cómo va recabando información para relatar aquel crimen y lo hace con Emmanuel Carrère o Delphine de Vigan como referentes para contar hechos reales y autobiográficos. Miguel Ángel vuelve así al medio rural del que renegó para hacer además reflexiones sobre el papel de la mujer en los pueblos o la amistad. «Las palabras siempre fallan; la escritura nunca llega al fondo de las cosas. Con suerte, lo bordea, lo toca, puede rozar la herida».
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