El auge de braceros experimentado a finales del pasado siglo llevó al abad de Jesús en 1996, Santiago Gómez, a constituir una comisión para estudiar la realización de un nuevo conjunto, propuesta que respaldó la junta general de hermanos ese mismo año. El «paso XIII», como se le denominó en sus inicios, «consistiría probablemente en una Caída de Jesús», iconografía descartada al entender que restaría protagonismo al Nazareno.
Fue entonces cuando la Exaltación de la Cruz tomó forma. No era la primera vez que se pensaba en incorporar este pasaje a la procesión de Los Pasos, pues ya había sido planteado en 1981. En esta ocasión, sí que se materializaría, encargándose de ello el escultor sevillano José Antonio Navarro Arteaga, quien acudió a León en 1998 a presentar la maqueta del mismo.
Compuesto por cinco imágenes, el crucificado –alzado con un ángulo de sesenta grados– se erige en protagonista, mientras la expresividad de los tres sayones denota su esfuerzo. Es el caso del que empuja la cruz con su hombro, con el que la cofradía quiso homenajear la figura del bracero. Cierra la escena, bajo el centurión romano que sostiene la sentencia, la ‘firma’ del autor: un pequeño animal, diferente en cada obra, tratándose aquí de un caracol.
Tras varios años de trabajo, el 18 de marzo de 2000 –el martes se cumple, pues, un cuarto de siglo– el grupo escultórico fue presentado en la iglesia de Santa Ana, de Triana (Sevilla), de donde es oriundo Navarro Arteaga. Lo hizo, por cierto, con una disposición distinta, con los sayones delanteros al contrario de como procesionan.
Semanas más tarde, el 8 de abril, la catedral de León acogía el multitudinario acto de bendición, con el paso a hombros de los noventa y seis braceros con que contaba. Estos, hay que recordarlo, colaboraron económicamente con la realización de la Exaltación, cifrada en cien mil euros. También lo hizo el Ayuntamiento de San Andrés del Rabanedo, lo que motivó el nombramiento de su Policía Local como escolta del paso. Identificado con la letra ‘E’, la Exaltación procesiona sobre un trono diseñado por Juan Carlos Campo que incorpora elementos de otros de la penitencial en desuso, proporcionándole personalidad seis cartelas en bronce con pasajes del Antiguo Testamento, realizadas por el propio Arteaga y costeadas por el mencionado consistorio.