Ni uno ni dos, sino tres fueron los conjuntos que el artista leonés Ángel Estrada Escanciano nos legó hace ahora seis décadas. Todo un prodigio por su calidad, entregándose además en un cortísimo periodo de tiempo.
Dejó escrito Crémer que «el descubrimiento de Estrada como escultor se lo debemos a las cofradías», un aserto que tiene nombre y apellidos: los de Óscar Rodríguez Cardet, quien años después fuese alcalde de León. Fue él quien propuso a la Cofradía de Jesús la «reforma» del entonces antiguo Prendimiento, lo que le valió ser designado seise adjunto de la penitencial, tal y como relata Jorge Revenga en su libro de historia de la misma.
Así, el 6 de febrero de 1963, con la maqueta y el coste del nuevo paso ya aprobados –161.958 pesetas de las que los braceros sufragaron 100.000– se acuerda llevar a cabo el proyecto «realizado por Luis Estrada hijo». Y es que, si bien es Ángel, entonces estudiante en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el artífice de las obras, es palpable la ayuda familiar en su ejecución.
De esta forma, se entiende que el contrato con Las Siete Palabras para el paso de Jesús entre los Ladrones –la Segunda Palabra es una denominación posterior– sea suscrito también por su padre, Luis Estrada Fierro. Es octubre y la fecha de entrega prevista, la Cuaresma de 1964, la misma que para el Cristo Yacente que Angustias también le confía, se antoja cercana para tan colosales encargos.
Son entendibles, pues, los retrasos que trajeron de cabeza a la junta de Jesús que, a las puertas de la Semana Santa, aprobó que el propio Cardet, ya seise de El Prendimiento, se personase en el taller de Estrada con un notario «para levantar acta por incumplimiento de contrato». De hecho, la séptima imagen del paso –otro soldado romano– nunca llegó a realizarse.
Finalmente, tras posponerse varias veces la presentación conjunta de los nuevos pasos, Prendimiento y Yacente se expusieron en el desaparecido instituto ‘Padre Isla’ en la víspera de su estreno. Muy cerca, en su estudio de Ruiz de Salazar, el artista, su padre y su hermano se afanaban en rematar las tres imágenes crucificadas que entregarían el propio Viernes Santo.
Dos años después, el ‘trío de ases’ se convertiría en ‘póker’ gracias al Cristo del Perdón, cuya cofradía ha sido, a la postre, la única en tributar a Ángel Estrada un merecido reconocimiento.