Cuando mira para la pradera en la que realizamos la entrevista, reseca de los días de calor que vamos soportando, sonríe y arranca uno de sus primeros recuerdos. «En praderas en mucho peor estado que ésta he luchado yo, muchas veces».
- ¿Y con nieve?
- Y con nieve, también alguna vez sobre la nieve, la afición era tan grande.
Es Avelino García Laiz, de La Valcueva, uno de aquellos destacados luchadores de una de las épocas doradas de los aluches, una especie de puente entre los Felipe León, Frumencio Álvarez, Eusebio Tejerina o Quintín el de Acebedo y los que vinieron detrás, Flavio, Bernardo. «A algunos los jubilé yo, que venía pegando desde abajo, como a Frumencio, y otros me retirarían a mí. Es la ley de la lucha y la de la vida».
Como ejemplo de cómo era aquella lucha rescata los recuerdos de muchas andanzas con su buen amigo Felipe León, también rival y con el que coincidía con frecuencia en el matadero, donde trabajó Avelino un tiempo. «Felipe fue el primer señorito de la lucha, primero tuvo una recordada Bultaco, cuando los demás iban en tren o en bici, y después ya compró una furgoneta ¡A cuántos corros de la montaña subimos juntos, nos pegamos una buena zurra y volvíamos a bajar juntos. En el corro lo que fuera, pero después lo primero la amistad. Yo lo que más saqué de la lucha, y lo mejor, fueron amigos; porque lo poco que ganabas lo gastabas... o más».
Y va citando una larga sucesión de combates y corros de hace varias décadas que los recuerda como si hubieran luchado la semana pasada. «Se me quedaron grabados, recuerdo hasta las mañas».
Y tampoco se le ha olvidado la maldición que tenía con el corro que más le habría gustado ganar, en Matallana de Torío, su municipio. «Mira que gané corros por todas las comarcas pero nunca pude ganar en casa. Y eso que luché varios años la final... pero me pondría nervioso».