Los personajes del tío Ful: Encarnita, de San Martín de la Tercia

Se le agolpan los recuerdos de una vida en las duras tierras altas de la Tercia, de una infancia tras los pasos de su padre maestro y las vivencias de una emigrante en Venezuela

Fulgencio Fernández y Laura Pastoriza
07/09/2024
 Actualizado a 07/09/2024
https://youtu.be/_4_3buo4-Wo?si=SU_sq8a-kcH0jffm

Son noventa años de una vida intensa, vivida, escuchada y leída, pues es una gran lectora. Una infancia llena de recuerdos de una niña hija de maestro que iba siguiendo los pasos de su padre durante el curso y con los veranos con su familia, en las tareas del campo. «La vida era muy dura en aquella época, pero también había costumbres muy bonitas y muy solidarias. Por ejemplo, cuando nacía un niño todo el mundo le regalaba chocolate».   

Naciendo en 1.934 los avatares de la guerra tienen que estar presentes en su vida... o en la de su padre que fue ‘castigado’ como maestro y enviado a un pueblo de Lérida, «uno de los más pequeños de la provincia, pero tengo que decir que, pese a todo lo que se dice ahora, trataban muy bien a los maestros y a otros profesionales, como el médico, el cura, etc. Por ejemplo, les daban un bidón de aceite de 200 litros para el consumo del año porque un maestro ganaba menos que un guardia civil».

Regresaron a León y su padre pidió escuela en el concurso de traslado. «Yo fui entonces a la escuela de San Martín, con dos Félix de maestro. Después fuimos a Toral de los Guzmanes, que nos trataron muy bien. Tenía un castillo con unas paredes que entraba un carro en ella».

"Me gustaba leer cosas del mundo, no estas cosas baratas de ahora"

Buena lectora, de libros y periódicos, recuerda que su padre les dio una educación sin castigos y «solo nos reñía si dejábamos el periódico mal doblado. Me gustaba leer de cosas del mundo, de París, de Roma, pero no de estas cosas baratas que se ven ahora en la televisión».

Con el tiempo, después de casada (en 1962), emigró a Venezuela con su marido, natural de Ventosilla. «Íbamos para estar dos años pero mi marido se arraigó allí de tal manera que nos quedamos más de cincuenta; la verdad es que coincidió una etapa bastante buena del país, aunque es cierto que había gente muy rica pero también otra que era muy pobre».

Ha regresado a su San Martín, disfruta allí del verano y el vecindario, escribe, como el bello texto sobre la solidaridad que leyó en la inauguración de una gran exposición de arte que se puede aún visitar en el pueblo. «Con los nervios me trababa al decir solidaridad».  

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