Cuando Gelines era una niña aquel barrio de San Mamés era otra cosa; de la mercería que sus padres habían abierto hacia lo que hoy es la Universidad no había nada: «Bueno sí, vacas paciendo, cuadras, corrales de gallinas, pasaba un arroyo, las lecheras venían a vender a granel a la ciudad desde los pueblos cercanos... realmente yo no me daba entonces cuenta pues solo pensaba en jugar con los amigos, como todos los niños de la época».
Entonces abrió sus puertas en aquel barrio la Mercería Marcos, que «es el apellido de mi madre pues aunque el primer dueño fue mi padre siempre quiso que estuviera allí la referencia de mi madre. Y Marcos sigue siendo su nombre muchos años después, más de cuarenta».
De su padre pasó a su madre y de su madre a Gelines, ya hace más de veinte años. «Yo venía de trabajar en una gran tienda del sector, en el centro, que cerró, por eso no se me hizo extraño el oficio y aquí sigo, encantada de la vida, la verdad».
- No me digas que no te vas a a quejar de la crisis, de la irrupción de las grandes superficies y esas cosas.
- Pues, la verdad, no me voy a quejar. Éste es un negocio que se mantiene más o menos, para vivir, sin grandes altibajos, lo único que cambia son los productos estrella, por así decir. Antes había mucha lana, hilos, telas, cosas de mercería tradicional y ahora se trabajan muchos más productos de ‘caja’: sujetadores, sobre todo, bragas, calzoncillos, pijamas...
- ¿Y cuál es el misterio para mantener la clientela?
- El contacto personal, hablar con el cliente, aconsejar... por ejemplo, en el caso de los sujetadores es muy importante, decirle cuál se adapta mejor a cada cuerpo. Y eso provoca el boca a boca, que es la mejor publicidad.
- ¿Hablar es el secreto?
- Y no mentir. Aquí no se engaña a nadie, el que quiere comprar pues compra y el que no pues nada, charlamos un rato y a otra cosa que, a fin de cuentas, son las gentes del barrio.
Del barrio de San Mamés.