Gonzalo Valladares, leonés con raíces en Vegas del Condado, camina como un flamenco, su imagen parece barnizada con duende, habla de Paco y es De Lucía, se le ilumina la cara cuando recuerda aquel curso que hizo con Manolo y es Sanlucar, que fue quien le animó a seguir por los caminos el arte.
- Yo le comenté, "maestro", siempre le llamaba maestro, esas cosas que hace con la guitarra yo creo que nunca las podré hacer.
- Tú nunca dejes la guitarra, tócala cada día, que tienes algo especial, lo que llaman duende.
Y Gonzalo le hizo caso. Así lleva medio siglo enganchado a la guitarra. "Recuerdo que cuando era niño, te hablo de cuando tenía tres o cuatro años, los Reyes nos trajeron una guitarra y mi hermano no le hizo ni caso, pero yo me enganché y desde entonces cuando pedía un regalo siempre era una guitarra".
- ¿Y el flamenco?
- Pues no lo sé. Primero me enganché a la guitarra y después al flamenco y todo su mundo, como más alegre, mucho más variado, con tantos palos diferentes...
- Pero un guitarrista flamenco en León sería un poco bicho rasro y más siendo payo.
- Sé lo que me dices. Cuando empecé me parecía que era una especie del primer flamenco de León y ahora tengo la sensación de ser el último.
En medio muchos años de entrega a la guitarra, cursos en el sur, un buen número de conciertos, ver cómo su hijo Diego también se apasionó por la guitarra y han actuado juntos...
Y una larga vida laboral vinculada a la Elde y al edificio del teatro Emperador, en el que trabaja como uno de los últimos porteros de la ciudad. "Y cuando lo deje yo esto se acaba, no van a contratar a otro, un portero automático y se acabó...".
- ¿Y el Emperador?
- Me da pena, mucha. A veces miro la fotografía de los que estábamos cuando yo comencé a trabajar y ya no queda casi ninguno, han fallecido... y el teatro cerrado a la espera de no sé qué. Me han dicho que no está muy deteriorado, no lo sé, ya no tenemos ni la llave. es del Ministerio".