Habrás visto a Nicanor, en primera fila, en madreñas por Ordoño el día de la marcha por este calzado tan nuestro; o con su singular carraca doble artesanal (que él llama cepedana) reivindicando el tren o atención para la Ruta de la Plata; o presentando de sus libros de memoria y habla cepedana... en cualquier parte aparece el veterano paisano de San Feliz de las Lavanderas que te dará su tarjeta en la que a su nombre de Nicanor Blanco Omaña solamente añade: El vieyu de cunceyu’. Un reconocimento que se ha concedido él porque sabe que lo merece.
- Menudo honor.
- Es lo nuestro y lo nuestro es nuestro, no podemos dejar que nos lo quiten.
Te lo cuenta a la sombra de dos enormes árboles que, explica, «vinieron de La Vasco».
- Sí, en La Vasco y en El Bierzo, pero estos árboles me los dieron en mi época de taxista.
Y cuenta cómo un día le alquilaron el taxi para ir a Reinosa «dos señoras muy enseñoradas» que fueron a una gran finca en la localidad cántabra. «Hablando me di cuenta de que debían ser de la gente de La Vasco, les dije que había trabajado en la empresa y el hombre que cuidaba la finca me regaló dos plantas que se convirtieron en estos árboles que tengo aquí».
- Minero, taxista... ¿tuviste más oficios?
- Muchos. Llevo trabajando desde niño, primero en casa, que yo ordeñé muchas vacas a mano. Después fui de pastor para un hombre de Genicera que era también curandero, Pericón le llamaban; más tarde repartidor, con el burro y el carro, de un almacén de vinos de Matallana de Torío; luego minero en La Vasco primero y en Torre del Bierzo después, que tengo tercer grado de silicosis y, finalmente, taxista, primero en León y después en Madrid, que no era nada fácil, que no había GPS y esas cosas».
Y ahora el vieyu de cunceyu, contador de sus historias, defensor de la Cepeda y todo lo leonés, creador de la idea de la carraca doble reivindicativa y un tipo con muchas ganas de dar guerra.