Sandra es un torrente imparable, pero desde que nació el pequeño Nico —que tenía ocho días cuando le hicimos la entrevista— su único interés es estar a su lado, mirar para él, adelantarse a su lloro y cuando va a pedir de comer ya está ella atenta.
- ¿Da mucha guerra?
- Ninguna, ninguna. Nada. No se lo que es verle llorar, solo se preocupa de comer y dormir. De vez en cuando se estira.
- Habrá salido al padre (Dani) porque tú de quieta tienes poco.
- Bueno, tenía poco porque ahora solo quiero estar a su lado ¿Te has fijado lo bonito que es?
- ¿Y cómo fue el embarazo y el parto?
- Una bendición. Mira que tenía miedo, muchas madres que me veían embarazada me contaban cosas tremendas y yo me preocupaba, pero después fue lo más bonito que me ha pasado jamás. El embarazo fue muy bueno, pero el parto... no te digo más que al salir del paritorio, cuando iba en la camilla por los pasillos del hospital les decía a las enfermeras que ya tenía ganas de tener otro hijo. Yno mentía, fue todo tan bonito.
Ni siquiera el calor de estos días ha provocado desazón o que Nico se mostrara inquieto, él sigue a lo suyo, dormir y comer.
- ¿Nico o Nicolás?
- La familia quería Nico, pero le he puesto Nicolás y te explico el motivo. Cuando crezca y se porte mal va a saber que estoy enfadada porque le llamaré: «¡Nicolás!, ¿qué has hecho?», si le llamas Nico no es lo mismo, cosas de madres.
Así de feliz se muestra esta madre primeriza que a sus 29 años —«quería ser madre antes de los 30»— tiene una larga sucesión de experiencias. «No se estar quieta, ahora sí, y estuve tres años en Inglaterra, trabajé en el bar de mi madre y en otros, llevé tres años el de la escuela de Coladilla, incluso en plena pandemia, también en un supermercado.... vamos, que no he parado».
Y espera inquieta el final de la entrevista para ir a coger a Nico, todavía no es tiempo para llamarle Nicolás, y hacerse la foto con él en brazos: «¿Tú habías visto un niño más guapo que éste?».