Sonia llevaba trece años trabajando en una peluquería y cada mañana, al salir de casa, veía la puerta del bar de su pueblo (Palazuelo de Torío) cerrada. No había dónde tomar un café, no había un lugar de encuentro al regreso, un sitio para charlar con los vecinos... «Mucha gente me decía, Sonia, ¿porqué no coges tú el bar del pueblo?».
Y un día se decidió a acabar con la maldición de un pueblo sin bar, después de varios intentos fallidos y efímeros. Era por el puente de diciembre, y fue dando pasos e inventando iniciativas. Primero llegaron los menús del día, después los cocidos de los sábados, los frisuelos con chocolate en fin de semana, campeonatos de tute, helados de Coladilla, ya prepara una Feria de Abril para el próximo fin de semana y piensa en un baile vermú para la fiesta del pueblo...
- ¿No paras?
- La verdad que no.
- ¿Está respondiendo la gente?
- Sí, la verdad, estoy muy contenta, pero también es verdad que me lo saco del cuerpo, que a las siete y media de la mañana ya tengo abierto; que lo agradece el personal pues por esta zona no hay nada abierto a esas horas.
Le ha pasado una cosa curiosa desde que abrió el bar de su pueblo: «Resulta que hay más gente en Palazuelo de la que yo creía, a algunos casi ni les conocía. Hicimos una comida para la gente del pueblo por Santa Eugenia y yo creí que vendrían 15 ó 20 personas y me encontré con 57 vecinos, ya no entraba más gente en el bar».
- ¿Y lo de los frisuelos con chocolate?
- No es que haya funcionado bien, que funcionó, es que ha sido una alegría para mí ver cómo abuelos y abuelas traían a los nietos para contarles lo que eran los frisuelos, cuándo se comían, quién los hacía en casa... y para comerlos, claro.
Y ahí está. Una luz de bar más encendida en la ribera del Torío, aunque sin ningún tipo de privilegio por apostar por el mundo rural, porque no se quede un pueblo sin bar y tertulia... alguien debería hacérselo mirar, pero ésa es otra historia.
- ¿Descartamos volver a la peluquería?
- Yo diría que sí, aunque ahí está.