Una historia sin implicaciones personales

El Diccionario Enciclopédico Abreviado Espasa Calpe de 1957 define la fotogenia «como la cualidad de la fisonomía que resulta agradable, da valor plástico y crea valoraciones artísticas al ser reproducida y proyectada por el film. Es independiente de la belleza del rostro y se expresa comúnmente diciendo de una persona que ‘sale siempre bien’ en fotografía. Las cualidades fotogénicas se mejoran mediante el maquillaje».

La fotografía, al reflejar la vida, lo hace fijando un instante fugaz para siempre. El fotografiado, sea fotogénico o no, sabe que la imagen que le refleja cuenta algo de él. Cualquier fotografía de un rostro es un intento, muchas veces logrado, de desnudar un alma. Un alma que confiesa su secreto más íntimo en silencio, en ocasiones bajo una pose. En el libro ‘La historia de la fotografía’ de Beaumont Neuwall, en la página 464 aparece la fotografía hecha por Brasaï en el Bar de la Luna de París el año 1933 a una prostituta llamada Bijou, que aparece ante nosotros con la cabeza cubierta por un bohemio y gastado sombrero oscuro de ala ancha y velo, y que observa la cámara como si la desafiara a descubrir lo que esconde su expresión hierática, realzada por sus manos enjoyadas entrelazadas a la altura del pecho. Nada puede descartarse, todo es posible, parece decirnos esa mirada intensa que abre un mundo de interpretaciones. En la semblanza que la escritora y fotógrafa Aglaia Berlutti hace de esa imagen leemos: «Esta mujer, con sus joyas pasadas de moda, su pesado abrigo anacrónico, pertenece a la oscuridad, a las sombras entrevistas, al dolor y a la conjetura. Esta mujer, magníficamente plasmada por la imagen del fotógrafo, es el rostro de la ciudad subterránea, secreta y palpitante de un deseo correoso y exquisito». Las sombras que necesariamente envuelven a una confesión íntima hecha ante una cámara-espejo, porque una fotografía nos permite asomarnos a nosotros mismos de una forma parecida a como lo hacemos ante un espejo.

Los veinte relatos cortos que irán apareciendo los sábados en el especial Verano de La Nueva Crónica, tienen el título genérico de ‘Ojos’. Cada uno de los relatos es una «interpretación» de lo que me sugirieron las fotografías de escritores leoneses o relacionados con León – excepto la del último relato que corresponde al relojero Losada – que acompañaban a una serie de artículos míos aparecidos también en La Nueva Crónica el año 2021. Una «interpretación» literaria, y no de la personalidad del retratado, de unas fotografías con registros muy diferentes, pero con un denominador común en la mayoría de ellas, la familiaridad con el acto de ser fotografiado de los protagonistas. Algo que, sin embargo, no impide la espontaneidad de los retratados, la cercana naturalidad de sus expresiones.

Mi propósito no es tanto desnudar un alma como imaginar una historia ajena a la vida conocida de los retratados, una historia sin implicaciones personales, un divertimento, un ejercicio literario para reflejar otros mundos, ese instante en el que la ficción se convierte en una forma de fantasear con lo que unos ojos expresan, o tan solo sugieren, en esa complicidad buscada de quien se ofrece a ser retratado y quizá, a veces, mal interpretado.

Los relatos siguen el orden de la aparición de los artículos, quedando fuera seis de los autores que reunía la colaboración. Seis descartes impuestos por la duración del especial Verano. Citar al menos a esos autores entre los que me cuento : Jesús Díez Fernández, Josefina Aldecoa, Javier Tomé, Concha Espina y Antonio Pereira. Sansón, un bedel de instituto, Jacob, una alienada, un veraneante y un okupa eran los personajes de esos seis relatos descartados. Quizá tengan otra oportunidad. De momento, son otros los convocados.