Miradas perdidas. Gritos de dolor. Miembros amputados. Una sensación de tristeza y desesperanza recorre las habitaciones del hospital Teaching de Juba, mientras los heridos no cesan de llegar. El centro se encuentra al límite de su capacidad, por lo que los pasillos y los jardines del exterior sirven ya como improvisadas salas de espera.
Nyayath estuvo escondida durante 5 días, después de recibir un disparo de bala en la pierna durante el ataque a Malakal. Fue entonces cuando se separó de su marido y sus hijos, y ahora no sabe si están vivos o muertos. Cada historia que se escucha en este hospital habla de la crueldad de una guerra tribal y de un país que se desangra en silencio.
Desde su independencia en 2011, los viejos rencores entre la etnia dinka, la mayoritaria, y la nuer, ha enfrentado a sus gobernantes. Algo tendrá que ver también que Sudán del Sur esté nadando en petróleo y las posibilidades de hacerse rico, si controlas el poder, sean infinitas. Como en todas las guerras, las decisiones de los dirigentes se traducen en miles de muertos y millones de desplazados, en su mayoría civiles.
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31/08/2018
Actualizado a
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