En mi casa tengo unos cuantos tableros de ajedrez de diferentes formatos y materiales: de bolsillo, de viaje, de competición y de adorno; metálicos, de plástico, de cartón, de madera y hasta de piedra. No llega a ser una colección, aunque tengo más de los que uso, pero menos de los que me gustaría. Me ocurre como a esos guitarristas que pasan por delante de una tienda de música y no se aguantan las ganas de entrar y comprar otra guitarra más, y, como ellos, uso uno u otro tablero según el estado de ánimo o el tipo de partida que quiero jugar. Sólo me falta ponerles nombres, como hacen ellos: Lucille, Old Black, Gerundina...
Si tuviese una casa grande colocaría un tablero en cada habitación, incluido el baño, con las piezas preparadas para una partida o con una posición de análisis; creo que he visto esa escena en alguna película, le preguntaré a mi amigo Gerardo Rodera, que es una enciclopedia de cine andante y ha escrito un magnífico ensayo sobre ‘Los duelistas’, la película de Ridley Scott basada en la novela ‘El duelo’ de Joseph Conrad.Además, a Gerardotambién le gusta el ajedrez, posiblemente porque cada partida de ajedrez es un duelo y, como en la novela y en la película, hay duelos que no acaban hasta la muerte o incapacidad de uno de los dos contrincantes.
El tablero y el reloj con solera que se ven en la foto son de otro amigo, Jim Rogers, con el que mantengo un duelo intermitente que dura ya más de diez años y espero que perdure otros tantos por lo menos. La música de fondo puede ser la de otro aficionado al ajedrez a quien echo mucho de menos: Javier Krahe.
Postales desde el parque (I): El tablero de ajedrez
Las contraportadas de La Nueva Crónica en verano se convierten en un retablo de fotógrafos, en una mirada actual al mundo a través del objetivo
03/07/2018
Actualizado a
19/09/2019
Lo más leído