Hay que reconocer, «noblesse oblige», que los franceses, cuando se ponen estupendos, saben disfrutar de la vida de verdad y marcando estilo. Ellos inventaron el glamour y lo chic; el restaurant y al gourmet;la boutique y el prêt-à-porter; el cabaret y la vedette; el bon vivant y el ménage à trois...
Pero no sólo les gusta la sofisticación y el lujo, también concibieron la «joie de vivre», que va mucho más allá de la simple alegría de vivir, es toda una filosofía basada en aceptar la vida tal como viene, “telle qu’elle est”, y saber disfrutarla. Un concepto del que hizo bandera Émile Zola, el padre del naturalismo, y que asimilaron los psicólogos de la autorrealización como «la tranquila alegría de ser uno mismo, un disfrute espontáneo y relajado, una alegría primitiva de vivir».
Viene a ser también, sin el ropaje intelectual, la filosofía de la cultura hippie, en la que la cantante francesa Zaz parece beber para escribir la canción que la lanzó: «Je veux», donde le explica a un posible pretendiente o a la sociedad en general que ella no necesita una suite en el Ritz, joyas de Chanel, una limusina, sirvientes, una mansión en Neuchâtel, ni siquiera la Torre Eiffel, «¿qué haría con ella?». No, ella lo tiene muy claro: «Quiero amor, alegría, buen humor./ No es su dinero lo que me hará feliz,/ yo quiero morir con la mano en el corazón. / Vayamos juntos a descubrir mi libertad/ Olvide pues todos sus clichés, bienvenido a mi realidad».
Me acordé de la «joie de vivre» de Zaz al ver a esas dos gracias subidas en el pedestal de la juventud, unidas en el firme lazo de la amistad, frágiles y hermosas, sanas y alegres, poniendo muecas a la vida, haciéndole burlas al tiempo.
Postales desde el parque (VIII): Joie de vivre
Esta es la propuesta semanal de Agustín Berrueta en la contraportada de La Nueva Crónica, que este verano se convierte en un retablo de fotógrafos, en una mirada actual al mundo a través del objetivo
21/08/2018
Actualizado a
19/09/2019
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