La tentación de hacerse la cama desde dentro
— Yo a un jambo le dije que mi padre me violaba de vez en cuando.
— Tía, hija, qué burra. Tu padre, además, que es un cielo de hombre.
— A otro le dije que mi familia tenía casas en Boca Ratón. Y a otro que era cantante de ópera y que no le besaba porque se me emborronaba la glotis.
— Eres lo putopeor.
— Si es que son tontísimos y me aburro mucho. Así no me aburro. Bueno, menos. Ponen unas caras…
Las sibilas, intérpretes de los dioses, solían tener su oráculo en cuevas cerca de corrientes de agua, ondulados ámbitos propicios para la reverberada confusión de sus hexámetros y la ambigüedad de los contornos, espejo acuático para engañar y ser engañados. Las sibilas, como digo, siguen rajando.
— Casi es por hacerles un favor. Así creen que su existencia es emocionante y cosmopolita. A mi lado, claro. Yo les pediría lo mismo. Que inventen. Que imaginen. Vida interior. Pelazo y musculines tienen todos.
— ¿Te gusta que te mientan? ¿Qué harías si te dice uno que es jinete olímpico y luego es segurata?
— Uno me dijo una vez que era Ofiucus. El gilipollas.
— Huy, qué ascazo. ¿Qué es? ¿Como el herpes?
— Un signo del Zodiaco o no sé qué.
— Eso es que era Acuario. Tú igual no eres mala, eres buena asintomática.
— Así maduran. Yo creo que es esta sofoquina; con el calor, como que el coño me pide perfidia.
— Ya. Seguro. La canícula te confunde. Tú eres mala todo el año, tía.
— Portadora solo. El mundo es grande... Siempre es verano en algún sitio.
La última de J.R. Vega y Rodera (XI)
Estos dos leoneses protagonizan cada viernes la última página de La Nueva Crónica con una sección con nombre propio: Un día perfecto
11/09/2020
Actualizado a
11/09/2020
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