También se le anota al Kinico e indigente pensador que vivía en una tinaja y comía junto a los perros (a quien suma el anecdotario aquello de espetarle a otro Magno, Alejandro, lo de no taparle el sol) otra sentencia: «Las mordeduras más peligrosas son las del calumniador entre los animales salvajes y las del adulador entre los animales domésticos». Podríamos completar la reflexión con un matiz a la nuestra usanza, el que Pedrín García Trapiello rememora de aquel prelado maragato venido de levante para definir la idiosincrasia cazurra: «el leonés muerde con la boca ce rrada».
Pastor leonés, carea, es la raza lista como ninguna nacida de la necesidad y las mil leches para la que Amadeo ganó reconocimiento. Más nobleza que casa real alguna tienen esos tiznados inquietos, como Perla. A ella la salvó de muerte cierta María, contra toda dificultad y oposición, incluida la de éste que ahora escribe y tantas veces no entiende. Por María no muere, vive Perla, y sólo hay que verlas para empezar a conocer y comprender tanto que, con tanta cita, se nos escapa de lo que es tan claro que no necesita palabras.
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