Cuando los demás llegamos a la universidad, él se dejó melena y formó un grupo de rock duro (eran los años de ‘la cochambre’ y ‘la mugre’, los que tienen mi edad saben a lo que me refiero), pero ni así conseguía ligar. Los amigos veíamos consternados cómo Paco y su grupo perpetraban las canciones de Deep Purple en un inglés fonético que ni fumado lograbas entender, pero era Paco, un colega del barrio. Para pagarse ciertas aficiones, los fines de semana trabajaba en la BBC, ya saben: bodas, bautizos y comuniones, pero lo que ganaba se le iba en reparar las guitarras que destrozaba en cada actuación en el Madisón Escuar Garden de Aldeatejada.
Todo cambió el verano en que se fue a Ibiza de camarero. Volvió moreno, con melena moldeada, gafas Rayban, cadena doraba al cuello y pulseras hippies. Se le notaba más suelto y más seguro de sí mismo. No hizo falta ni preguntarle: "No os podéis hacer ni idea, tíos, no tenía que hacer nada, las chavalas me entraban a mí. Suecas, alemanas, italianas... ¡hasta españolas! ¿Sabéis lo que os digo? ¡Estoy hecho un longplay!".
Tampoco es que le durase mucho la racha, abrió un pub al que llamó ‘El conejito’ que la policía le clausuró en dos meses y luego le perdimos la pista. Creo que volvió al pueblo, donde no sé si ejerce de cantante, de camarero o de longplay.