Óscar García Bárcena (VIII)

Óscar García Bárcena
25/08/2022
 Actualizado a 26/08/2022
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Una mujer a otra a su balcón asomada: No se te ve con tanta flor…
Éstas son las figuras estáticas y los huecos en el friso de la ciudad.
Otra vez ha venido el circo ambulante, el mismo que ya vieron Picasso y Rilke, con sus animales extraños, impropios: el mandril azulado, la llama andina, el perro trabajador y triste. El mono de los titiriteros («titiriteros, babosos, legañosos...», se insultaba en mi Villa) se acurrucaba, aterido, junto a un perro diminuto como mosca, que sabe trucos y destrezas. Un animal gris, como si quisiera camuflarse en el color de la calle. Los niños de los nómadas atropaban las últimas frutas podridas del mercado. «Pa, son la comida del mono». No tenía nombre, era el mono.
Y el animal más impropio, la llama andina; le pusieron el adorno de un gorrito, bajo ese signo doméstico y ambiguo proyecta su mirada siempre horizontal.
Beber el vaso de vino en la calle, como hace un jinete mientras aguanta con la otra mano las riendas del caballo.
Pintada en un bar graciosa: ME GUSTAS MÁS QUE DORMIR. El dormilón enamorado.

Ildefonso Rodríguez
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