– «Mientras el sabio señala a la luna, el necio mira al dedo» ¿conocía usted el dicho, señorita Glycerion?
– Con Coenonympha me vale, Coe para los amigos. Un dedo muy acogedor, por otra parte; de los que dejan huella. ¿Qué hacen vuesas mercedes por estos pagos?
– Recorriendo el mundo interior del que escribe y suscribe, Doña Coe. Buscando el no sé qué, ni por donde ni para cuándo y siguiendo las migas de pan que se me fueron cayendo de la vida.
– ¿Y ese ser indefinido le acompaña?
– Ulpiano se llama. Me topé con él en uno de los senderos de mi mente y aquí sigue, inasequible al desaliento el joío.
– Si le es grata compañía...
– Hace su función. Rompe mi complejidad con su simpleza y eso es un puntal en tiempos de derrumbe, querida. Yo apunto a la luna, él mira el dedo y me saca una sonrisa. Un valioso presente en época de penuria.
– Cuánto me hace hacer usté el pailán, Magister.
– Calla y defiende mi Polonia, Ulpi, no sea que nos invada la tristeza.
(De ‘Daemonum mentis’, cap. LXXIV)
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