Gemma Blanco: "En Berlín conocí otra forma de vivir y trabajar el arte"

La artista y galerista expone en Cinabrio una muestra que evoca su año de aprendizaje en Berlín y el tránsito del expresionismo abstracto de sus inicios artísticos a la pictoescultura del momento presente

Joaquín Revuelta
03/02/2018
 Actualizado a 18/09/2019
Gemma Blanco ha querido celebrar los 20 años de su escuela de arte con una muestra muy personal que evoca su año Erasmus en Berlín. | MAURICIO PEÑA
Gemma Blanco ha querido celebrar los 20 años de su escuela de arte con una muestra muy personal que evoca su año Erasmus en Berlín. | MAURICIO PEÑA
'Estructuras desestructuradas’ es el título de la exposición conmemorativa del 20 aniversario de la Escuela de arte Cinabrio que desde este viernes y hasta el próximo 24 de marzo acoge la galería del mismo nombre situada en los número 11 y 13 de la calle Gran Capitán (frente a la iglesia Anunciata de las Dominicas) en Trobajo del Camino.

No me apetecía pintar en lienzo y por eso llevo como un año trabajando en las pictoesculturas La artista y galerista Gemma Blanco ha querido con esta muestra celebrar las dos décadas que lleva en funcionamiento la Escuela de dibujo y pintura a través de un recorrido por su propia experiencia artística desde sus años de formación en Berlín hasta la actualidad. Aunque la muestra adopta el título ‘Estructuras desestructuradas’, que pertenece a una crítica de su amiga Macu Morán, la artista lo entiende mejor a modo de autobiografía que ha titulado ‘Los colores del cielo de Berlín’ porque en ella se revela una buena parte de lo aprendido en 1993 como becaria Erasmus en la capital alemana. «Es como que el círculo se cierra, porque empecé pintando expresionismo cuando estaba estudiando en la Facultad de Bellas Artes de Salamanca, pasé a un expresionismo más abstracto y terminé con las pictoesculturas, que son lo más reciente de mi obra», reconoce la artista, término este último que define a los ensamblajes que se realizan con todo tipo de materiales, aunque en su caso ha elegido la madera. «En el comentario que hago a propósito de la exposición menciono a Louise Nevelson, una artista rusa que se trasladó desde muy pequeña a Nueva York y que construia sus propios paisajes, sus propias estancias, valiéndose de cajas de madera», destaca Gemma, que en la muestra inaugurada este viernes en la galería Cinabrio recoge un conjunto de obras que sirven de recordatorio de aquellos años de formación en Berlín. «No me apetecía pintar sobre lienzo y por eso llevo como un año trabajando con la pictoescultura, y en la exposición pueden verse cuatro piezas realizadas con esta técnica cercana al collage. Una de ellas lleva por título ‘Una ciudad destruida en la que me construí: Berlín’ y en ella combino los recuerdos de mi experiencia en Berlín en 1993 con una visión artística más actual, donde creo una estructura de ciudades que se unen, se fragmentan –de ahí lo de ‘estructuras desestructuradas’– a las que incorporo el color y unos materiales inservibles a los que he proporcionado una nueva utilidad».

En la muestra que puede visitarse en Cinabrio la referencia más directa a su periodo de estancia en Berlín son una decena de fotografías realizadas en diapositiva y que la artista ha digitalizado para esta exposición. En algunas puede verse el Kunsthaus Tacheles, una zona de grandes almacenes semiderruidos donde vivían y trabajaban artistas okupas con el permiso del gobierno de entonces. «Estuvieron viviendo allí unos 22 años, hasta que finalmente fueron desalojados», señala Gemma, que como estudiante se sintió especialmente atraída por la actividad que provenía de aquella zona rica de la ciudad poblada mayormente por gente procedente del Este de Europa.

Artistas okupas estuvieron durante 22 años viviendo y trabajando en el Kunsthaus TachelesUna de las pinturas de Gemma Blanco que se exponen reza ‘No sé recordar en blanco y negro como Marlene Dietrich’ y evoca a un mito del cine alemán de entreguerras y musa del director Josef von Stenberg. «En la época que estuve se escuchaba muchísimo a Marlene Dietrich, incluso en la facultad donde yo estuve que sigue siendo la más grande que existe en Europa en cuanto a arte se refiere, la Hochschule der Künste que ahora se llama Universität der Künste. En cada uno de los distritos en que se dividía la ciudad habían facultades dedicadas al diseño, la fotografía... y yo estaba donde se movía un poco todo», recuerda la artista y galerista, que también expone una fotografía que tiene un título un tanto enigmático, ‘Entonces aprovechábamos los muros’, en la que ha querido mostrar cómo tras la caída del muro en 1989 éste y la ciudad entera se llenó de graffitis. «Es una fotografía que muestra la parte trasera del Kunsthaus Tacheles, que está todo desconchando y se aprovecharon los trozos de cemento para hacer una composición pictórica. Por eso la fotografía parece un cuadro», reconoce Gemma, para quien su año berlinés vertebra en buena media la muestra. «En cierto modo es así porque es lo que me ha llevado a hacer estas últimas obras, las pictoesculturas. La verdad es que lo pasé muy bien y disfruté mucho en aquel ambiente tan artístico. En Berlín había un edificio vacío y el gobierno te dejaba uno o dos meses trabajar en una planta, hacías una exposición y la gente acudía a verla. Era otra forma de vivir y trabajar el arte», reconoce Blanco, que ha regresado a Berlín en tres o cuatro ocasiones porque, además de dejar algunos amigos, es de la opinión de que la capital alemana es la cuna del arte en Europa. «En Dresde, en el año 1993, el Museo de Bellas Artes y la Escuela de Bellas Artes los tenían colocados en enormes estanterías de hierro en una plaza. No he vuelto a Dresde pero si vuelvo allí me encontraré el museo reconstruido en su totalidad. Aquel ambiente a mí me marcó muchísimo. Como residía en la zona este viajaba en tranvía y me tocó vivir un poco lo que fue la etapa comunista. Podías diferenciar muy bien al berlinés del este y del oeste por su manera de vestir. Ahora cuando viajas todo está como más unificado, pero en aquellos años había mucha diferencia. En Leipzig, donde también estuve, las construcciones eran uniformes. Luego está el carácter alemán, cómo viven. Te dan libertad para todo. Nadie te prohíbe hacer nada. Puedes hacer lo que quieras. De unos años para acá, claro. Antes no era así», concluye.
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