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Huérfanos de referentes

07/03/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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Es sabida la importancia que tiene para la buena salud de una sociedad la existencia de referentes en los que fijarse y tomar como ejemplo para elegir la senda correcta cuando nos encontramos ante las encrucijadas morales, éticas e incluso legales que nos pone la vida en nuestro camino. Quizás me nuble el pesimismo, pero tengo la sensación de que dejando a un lado los referentes familiares más cercanos, y no siempre por desgracia, estamos huérfanos de personas a las que mirar con admiración por llevar la honestidad y la coherencia como única bandera.

Quizás nunca han existido mortales con estas condiciones y su supuesta existencia haya sido fruto de un interés colectivo por autoconvencernos de que todavía hay gente pulcra y con principios. Bien es cierto que en décadas y siglos anteriores era más fácil el esconder las vergüenzas e incoherencias de uno, ya que la exposición pública era muy limitada y los canales de difusión eran escasos y además en algunas ocasiones eran controlados precisamente por esas personalidades que han pasado a la historia como hombres y mujeres de bien. Pero evidentemente, desde hace ya unos años para acá y debido sobre todo a internet y a los nuevos canales de comunicación favorecidos por las nuevas tecnologías, esas vergüenzas y contradicciones no es que sean más complicadas de guardar en un cajón bajo llave, sino que es imposible.

Y éste no es el escenario ideal para que las nuevas generaciones avancen e interioricen una serie de principios y valores, pero a lo mejor es que ésta es la cruda realidad y debamos reconocer que el ser humano es egoísta por naturaleza y que antepone su supervivencia y bienestar a la de los demás. Lo que está claro es que a priori es menos traumático no esperar nada de alguien que esperarlo y sentirte defraudado. Porque esta sensación de ser engañado por una persona a la que admirabas se marca a fuego en la piel de la memoria que nunca se olvida.

Da lo mismo el ámbito o sector en el que fijemos nuestras pupilas, que nos quedaremos sin dedos en las manos para contar las decepciones que hemos tenido que sufrir según los referentes de cada uno. Si giramos la cabeza al mundo de la política vemos cómo grandes gurús de todas las ideologías y personajes de menor pelaje pero con coche oficial han acabado en un banquillo e incluso entre rejas en algunos casos. O cómo los mesías de la nueva política han conseguido en tiempo récord cometer los mismos errores que aquellos a los que señalaron en su día como las grandes plagas de la Humanidad. También nos encontramos con sindicalistas que lo único que hicieron fue defender su cuenta bancaria. Grandes periodistas que se inventaron historias. Científicos que falsearon sus investigaciones durante años. Deportistas que utilizaron atajos para conseguir sus victorias o grandes ídolos a los que se les ‘olvidaron’ sus obligaciones con el fisco. Empresarios y banqueros modélicos que resultaron no serlo tanto. Escritores o directores de cine que todo lo bueno que tenían en su vertiente profesional lo tenían de mezquino y repugnante en su vida personal. Actores y músicos que encabezan manifestaciones denunciando no sé qué y de los que luego se descubre que de puertas para adentro hacen lo mismo que aquello que supuestamente rechazaban públicamente. Y así podríamos escribir páginas y páginas de engaños que lo que han provocado es un pesimismo y desconfianza que raya lo enfermizo.

Y ante esta situación me surge la duda de si es que la sociedad y sus integrantes hemos empeorado de unas décadas para acá o es que siempre ha sido así y antes no se tenía acceso a tanta información de los otros como sucede ahora. Si escogiéramos por ejemplo a cinco personajes cualquiera de los que han quedado plasmados en los libros de historia como referentes en algún ámbito, ¿qué porcentaje de ellos soportaría el examen minucioso que se ha asumido como normal en nuestro tiempo? ¿Seguro que no les encontraríamos a todos contradicciones o zonas oscuras en su vida profesional o personal? Y si esto fuera así, ¿entonces se merecerían despojarles de todos los honores otorgados a lo largo de los años?

Esta es la cuestión, ¿qué es más beneficioso para una sociedad? ¿Tener ciertos referentes sabiendo que nadie es perfecto o buscar tal perfección que al final nos lleve a quedarnos sin ellos? ¿Dónde está el límite que nos diferencie un error perdonable del que no lo es? ¿Utilizamos sólo la vara de lo legal o también la de la ética y la moral? ¿A quién interesa el pesimismo y desilusión que hoy predomina en nuestra sociedad en este asunto que nos ocupa? ¿Será más interesante buscar pequeños referentes cercanos y olvidarnos de los grandes ídolos? Demasiadas preguntas sin respuestas categóricas, pero quizás éste último sea el camino, volver a lo cercano y cotidiano para encontrar ejemplos a seguir y olvidarnos de los supuestos grandes personajes e ídolos, porque al fin y al cabo son de carne y hueso y por lo tanto tan imperfectos como usted y yo.
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