
Como si de una crónica se tratase, el autor despliega el libro contándonos en directo cómo está siendo el proceso de escribirlo, y detallando incluso desde donde lo hace, incluyendo varios viejos cafés de Madrid, los acantilados de la Costa de la Muerte, la terrazas coruñesas de la Marina, un desolador psiquiátrico abandonado, el Florian de la plaza de San Marcos en Venezia, o la Playa del Cargadero de Ribadeo, donde firma el epílogo de la obra.
Y como ensayo, incluye numerosas referencias, que son sin embargo cercanas y accesibles para todo tipo de públicos. «Díaz cita frases y obras de Joan Didion, Stefan Zweig, C. S. Lewis, Iris Murdoch, Kazuo Ishiguro, Houellebecq, etc. Y de autores clásicos como Dostoievski, Gógol, Emily Dickinson, León Bloy, Chesterton», señala el crítico Adolfo Torrecilla, «y lo mismo hace con obras ensayísticas, donde combina lo actual –Jordan Peterson y el cardenal Sarah– con filósofos clásicos como Pascal. Los comentarios sobre estas obras, breves y acertados, permiten que la obra gane en amenidad».
El autor, cuyo estilo satírico triunfa ahora en Estados Unidos con artículos semanales en medios como The American Spectatoro National Review, no renuncia tampoco al humor en esta obra, especialmente en los capítulos dedicados a la literatura de autoayuda y a los nuevos filósofos tuiteros. Y por si la obra tuviera poca vigencia en el actual contexto de crisis sanitaria y económica global, dedica el ultílogo del libro, El año sin primavera, al golpe que recibimos con el coronavirus abriendo de par en par una puerta a la esperanza.