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La lista y los listos de la vacuna

28/01/2021
 Actualizado a 28/01/2021
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Me extraña que haya personas que aún se sorprendan de lo que está sucediendo con las vacunas. No me refiero al ritmo descompasado de la vacunación según el territorio, que es una muestra más del error garrafal de la transferencia de la Sanidad a las comunidades autónomas. Y en esto Pedro Sánchez queda absuelto de culpa. Habría que mirar hacia atrás en nuestra historia reciente para ver quiénes fueron los ejecutores y cómplices de dicha transferencia, al igual que, por ejemplo, las competencias en Educación. Lo sé, da pereza y quizás a más de uno no le interese, pero la única manera de corregir errores es detectar su origen. Pero volvamos al presente y fijemos nuestra atención en la lista y en los listos de la vacuna.

Vale que España es tradicionalmente un país de pícaros, el problema es que la línea que separa la picaresca de la sinvergonzonería es tan delgada que en no pocas ocasiones muchos la cruzan sin ruborizarse. Solo nos queda esperar que el goteo de casos que vamos conociendo no sea únicamente la punta de un iceberg compuesto de egoísmo y de falta de escrúpulos. Por esta razón, lo primero que debemos exigir a nuestras instituciones es la máxima pericia y transparencia a la hora de analizar los listados de los vacunados hasta el momento y detectar a las personas públicas y anónimas que han elegido el ‘sálvese quien pueda’.

Lo más hiriente es que además estamos siendo testigos de explicaciones varias para intentar escapar indemnes de un hecho injustificable moral y éticamente. Hay quienes se muestran desafiantes como un alcalde de Soria, creyendo que sus logros pasados le dan patente de corso para saltarse las normas. Otros optan por declararse víctimas, ya que supuestamente fueron obligados a vacunarse como el exconsejero de Sanidad de Ceuta. Y la mayoría optan por justificar su decisión aludiendo a la casualidad y a su compromiso con el aprovechamiento máximo de los recursos. Al final resulta que vamos a tener que darles la Cruz de Oro al Orden del Mérito Civil por haber puesto a disposición del país su cuerpo para inocular una vacuna que iba a ser desaprovechada. Desde luego, menuda suerte que han tenido. Me los imagino sorprendidos cuando sonaran sus teléfonos y les dijeran que su número había sido elegido tras un sorteo ante notario para recibir una de las vacunas sobrantes. Eso sí, les dejarían bien claro que el premio era intransferible y que no podían cederlo a otra persona. Intentarían convencer a su interlocutor de que querían donar su premio a otro ciudadano, pero al final, accedieron a cumplir el protocolo del sorteo, porque si algo les caracteriza a todos ellos es el cumplimiento riguroso de los protocolos.

Habrá que estar ojo avizor para supervisar que las autoridades competentes apliquen todas las sanciones posibles a los infractores, pero en lo que discrepo con algunas comunidades autónomas, incluida Castilla y León, es en su decisión de no permitirles recibir la segunda dosis hasta que no llegue el turno en el que les tocaría vacunarse según las directrices actuales. En este punto coincido sin fisuras con la opinión de Fernando Simón, que afirma que «sería un error cometer dos fallos seguidos». Al César lo que es del César. Entiendo que la primera reacción en caliente ante tal gesto injustificable sea prohibirles ponerse la segunda dosis, pero creo que deben imponerse las indicaciones sanitarias y la ética. Es la mejor manera de demostrarles que no todos somos como ellos. Además, imagínense que por designios del destino una de estas personas se infecta y fallece. No sé ustedes, pero yo no quiero llevar a mis espaldas el peso de una muerte que quizás se podría haber evitado. Sé que hay personas en nuestro país y en el resto del mundo que llevan la carga de muchos muertos provocados por la COVID-19 a sus espaldas sin inmutarse, pero no todos somos iguales.
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