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La ‘maglia negra’ de la vida

06/02/2020
 Actualizado a 06/02/2020
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Victoria y derrota. Dos conceptos a priori antónimos, pero cuya relación de antonimia va mutando en ocasiones hasta convertirlos prácticamente en sinónimos. Y es que hay victorias con aroma de fracaso y derrotas con sabor a triunfo. La sociedad nos obliga a buscar siempre pasar los primeros la línea de meta. Nadie quiere ser el último. El problema es que ganador sólo puede haber uno y el resto entonces automáticamente nos convertimos en perdedores. El único consuelo en estos casos es al menos ser el penúltimo y así evitar tener el dudoso honor de ocupar el último lugar. De esta manera, aparentemente podemos dormir tranquilos ya que hay alguien peor que nosotros, pero obviamos que en ocasiones ser el último también tiene su recompensa. Eso sí, ganar perdiendo no está al alcance de todos.

Se suele decir que la historia sólo recuerda a los ganadores, pero no siempre es así. Y el mundo del deporte nos regala varios ejemplos de los que pueden sacarse lecturas más que interesantes para la vida cotidiana. El documental ‘Farolillos rojos’ de la serie ‘Los otros’ de Movistar nos muestra precisamente la cola del pelotón, la parte baja de la clasificación de la que todos huyen. Bueno, todos no, casi todos. Y si no, que se lo digan al italiano Luigi Malabrocca, quien popularizó la ‘maglia negra’ en el Giro de Italia y que es sin duda el máximo exponente de ganar perdiendo, eso sí, con muchas dosis de picaresca. Malabrocca descubrió que tras el primer clasificado, el siguiente que más ganaba y más fama tenía era el corredor que ocupaba la última posición. El resto de corredores pasaban desapercibidos. Pero ser el último no era fácil, así que tuvo que utilizar todo tipo de tretas para perder el máximo tiempo posible, pero sin llegar fuera de control. Como era de esperar, pronto le salieron rivales en esto de ser el mejor perdedor. El último año en el que estuvo vigente la ‘maglia negra’ fue en 1951 y se la enfundó Giovanni Pinarello, que utilizó el dinero conseguido por ser el último de la clasificación para fundar una fábrica de bicicletas, que hoy en día es un referente mundial. Sin duda, un ejemplo de cómo perder no siempre es el final, sino a veces el inicio del camino hacia una victoria.

Estos casos extremos de la búsqueda intencionada o no de la derrota deberían hacernos reflexionar sobre la importancia de estar preparados para perder en nuestra vida personal y profesional. La sociedad y nosotros mismos nos imponemos la necesidad de ganar siempre, lo que por otro lado es prácticamente imposible. Por lo tanto, quizás deberíamos dedicar más tiempo a aprender cómo afrontar las derrotas y los fracasos, porque de ellos también se pueden sacar lecturas positivas. Es importante saber ganar, pero lo es más saber perder. Todos tenemos sueños, algunos de los cuales se convierten en realidad y otros quedarán para siempre en el baúl de ‘pudo haber sido, pero nunca será’. Aunque en el caso de Malabrocca la picaresca ocupa un lugar predominante, éste nos sirve para reflexionar sobre cómo en ocasiones podemos beneficiarnos de una derrota. Es más, para conseguir ciertas victorias primero hay que perder muchas batallas. Otro camino es conseguir la victoria utilizando atajos, como por ejemplo y para seguir dentro del mundo del ciclismo hizo Lance Armstrong.

Pero no nos equivoquemos, estamos rodeados en nuestra vida diaria de muchos Lance Armstrong, que anteponen la victoria final al cómo la han conseguido. Es nuestra decisión decidir si corremos la vida dopados y haciendo trampas o si aceptamos jugar de manera limpia, sabiendo que no siempre podremos ganar, pero al menos, aunque caigamos derrotados lo haremos de manera noble. Quizás una derrota honrosa sea mejor que una victoria inmerecida.
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