Vaya ganas tenía de que por fin acabara esta semanita. Ha sido un despropósito y debería avergonzarnos como sociedad. El antes, durante y después del 8M que nos han regalado algunos personajes ha sido patético. Es lamentable ser testigos de cómo el movimiento feminista también ha caído presa de la polarización y crispación que se respira en nuestro país. Es lógico que haya diferencias en cualquier asunto. Mala señal sería que se impusiera un pensamiento único, pero en temas fundamentales debería prevalecer lo que nos une y no lo que nos separa, como tristemente es tendencia últimamente.
Es un hecho constatable que a día de hoy el feminismo en nuestro país está resquebrajándose y que el seguimiento de las manifestaciones del 8M ha sufrido un duro varapalo. Muchas mujeres y hombres han decidido quedarse en casa, quizás porque no les apetezca elegir entre un bando u otro, lo que es más que entendible. La culpa de haber llegado a esta situación, ya saben, nunca es de uno mismo, sino del de enfrente. La virtud de la autocrítica está en serio peligro de extinción. Y así nos va.
He escuchado estos días a la ministra de Igualdad utilizar la expresión «vamos a tener que hablar de», seguida de una serie de asuntos que ella considera importantes para avanzar en la igualdad y que no le compro en absoluto. Eso sí, la primera parte del mensaje la hago mía. Claro que tenemos que hablar. Ese es el problema, que desde hace ya algún tiempo en temas de igualdad no se habla, se impone. Puedo estar equivocado, pero considero que ese no es el camino. Y las contadas ocasiones en las que sí se da permiso para hablar, tengo dudas sobre si los temas que nos plantean desde algunos púlpitos son los que realmente importan a las mujeres y hombres que creemos en la igualdad.
Hace unos días leía un reportaje en el que un profesor danés de Ciencias Sociales comentaba que la igualdad consiste en dar tanto a mujeres como a hombres más cuerdas para tocar y supone una ruptura con los estereotipos fijos. Una reflexión con la que no puedo estar más de acuerdo y a la que añadiría algo de vital importancia según mi criterio. Los esfuerzos de los gobiernos y de la propia ciudadanía se tienen que dirigir a ofrecer esas cuerdas, pero nunca a imponer la música que cada persona tiene que tocar con ellas. Quizás esté equivocado, pero tengo la sensación de que tanto de manera directa como subliminalmente, nos están dando a hombres y mujeres las partituras que quieren que toquemos en la canción de la igualdad, en vez de dejarnos libertad para que cada uno componga la banda sonora de su vida.
La música de la igualdad
11/03/2023
Actualizado a
11/03/2023
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