El Russian Classical Ballet nace con la misión de preservar la tradición del ballet clásico ruso. Bajo la dirección de la primera bailarina, Evgeniya Bespalova, la compañía está formada por un elenco de bailarines graduados por escuelas de coreografía del mayor prestigio como son las de Moscú, San Petersburgo, Novosibirsk y Perm.
Laureados en concursos internacionales, los artistas del Russian Classical Ballet responden a los altos estándares de calidad y niveles de exigencia establecidos por la compañía y por su compromiso con el renacimiento de la tradición y los valores del ballet clásico ruso. Todos ellos son bailarines dotados de una técnica esmerada, una destreza inusitada y una expresividad dramática única.
El repertorio de la compañía lo componen grandes obras del ballet clásico como ‘Giselle’, ‘Don Quijote’, ‘Carmen’, ‘Romeo y Julieta’, ‘El cascanueces’, ‘La bella durmiente’ y la aquí comentada ‘El lago de los cisnes’. Todas ellas revelan la genialidad creativa de sus autores tanto en lo musical como coreográficamente hablando, donde destaca en este último apartado la contribución de Marius Petipa, Vasili Vainonen, Alexander Gorsky, Lev Ivanov, Jules Perrot y Jean Coralli, entre otros grandes nombres.
Un fracaso inicial
‘El lago de los cisnes’ es la obra maestra de Tchaikovsky y uno de los ballets más representados de la historia, gracias en parte a la celebérrima coreografía realizada conjuntamente por Marius Petipa (1818-1910) y Lev Ivanov (1834-1901), sobre la genial partitura de Piotr Ilich Tchaikovsky (1840-1893). ‘El lago de los cisnes’ fue incomprendida en su momento y solo conoció el éxito en su cuarta versión, estrenada en 1895 en el Teatro Mariinsky de San Petersburgo, tras tres estrepitosos fracasos iniciales, siendo su primera puesta en escena en 1877 en el Teatro Bolshoi de Moscú con coreografía de Julius Reisinger (1828-1892).‘El lago de los cisnes’, epítome de belleza en el ballet, fue la obra que cerró de forma sobresaliente la tríada de la interrelación Petipa-Ivanov-Tchaikovsky, representada además por ‘La bella durmiente’ (Petipa/Tchaikovsky, 1890) y ‘El cascanueces’ (Ivanov/Tchaikovsky, 1892). La versión canónica se compone de cuatro actos. El primero y tercero son las celebraciones en palacio, por lo que se nutren del ballet de corte y las danzas de carácter. Estas partes fueron realizadas por Petipa y en el tercer acto se representa el paso a dos conocido como el ‘Cisne Negro’, el que Odile –sosias de la protagonista, Odette– consigue arrancar la promesa de matrimonio al príncipe Siegfried, embrujado por el parecido de ésta con la heroína del ballet. Este ‘pas de deux’ contiene los famosos 32 fouettés, una de las cumbres de lo virtuoso en ballet. Los actos segundo y cuarto representan el llamado ballet blanco y tienen lugar en el lago. Contienen algunas de las escenas más famosas de la obra como el archiconocido paso a dos del ‘Cisne Blanco’ y el paso de los ‘Cuatro pequeños cisnes’. El gran reto de este ballet es la dualidad que ha de representar la protagonista quien, a la vez, encarna a la etérea y sufrida Odette y a la magnética y malvada Odile. Fue la ‘prima ballerina assoluta’, Pierina Legnani (1863-1930), protagonista del estreno de la obra cumbre de Petipa-Ivanov-Tchaikovsky (1895), quien instituyó que la misma bailarina interpretara los dos roles, considerándose desde entonces una prueba de la maestría de una primera ballerina.