daba compaña a mia madre:
ciega dafeitu, viechina,
tenía ganas de parllare.
Díxome: ‘Arímate a mí
pa que you pueda palpate
las manos ya contaréite
lo qu’enxamás dix a naide’ (...)»
(Lo que me contóu mia madre. Eva González. En Poesía completa)
Eva González Fernández (Palacios del Sil, 1918 – 2007) es hoy la protagonista de estos «caminos artísticos». Ningún momento más adecuado para traerla a nuestra memoria que este en el que el lleunés busca volver al reconocimiento perdido durante tantos años y su reivindicación como otro de los muchos valores culturales de nuestra tierra. Y es que toda la producción literaria que de ella conocemos ha sido escrita únicamente en su lengua materna, el patsuezu, siendo reconocida por ello como «la dama de la llingua lleunesa». Seguramente sin figuras con la de Eva González que supieron velar por la pervivencia de sus lenguas, con el corazón y el amor a su territorio, hoy, esa labor de recuperación sería mucho más difícil de lo que ya de por sí ha de resultar sacarlas de ese casi olvido en el que muchas han caído. Conviene apuntar que Eva pertenece a esa generación de mujeres que, en una época muy complicada, en la que la mujer (sobre todo la mujer rural) no solo se vio apartada de la educación sino que las lenguas minoritarias, cuyo uso formaba parte de su día a día y de cuyo riqueza siempre han sido las guardianas, fueron relegadas y castigadas por una oficialidad que a todo trance buscaba la uniformidad de lo oficial, continuaron guardando y transmitiendo una lengua que habían recibido en herencia y a la que no estaban dispuestas a renunciar. ¿Quizá como un pequeño ejercicio de rebelión contra lo establecido y lo prohibido? Quién sabe, el caso es que ello contribuyó a la invisibilidad de muchas de ellas en el campo literario y solo ahora, con paciencia y esfuerzo se las comienza a rescatar como guardianas que también fueron de ese inmenso bagaje cultural que conforma las raíces de los pueblos sobre las que ese árbol es capaz de seguir creciendo con fuerza y con salud.
Para Eva (muy bien dotada para los estudios), las circunstancias de la guerra, completaron su alejamiento de una adecuada educación en el marco de una familia que no se podía permitir dársela. Ello contribuyó a que su llegada a la escritura poética sucediera ya en una etapa madura, que la lleva «a hablar del oficio de escritor con la humildad del pueblo que considera que es esa una ocupación reservada a pocos y escogidos», tal como lo hace en uno de sus poemas primerizos del que extraemos estos versos:
«Foi poucu a la’scuela
cuando yera nina,
tampoucu mi tengu
you pur pùetisa (...)»
Sin embargo, una vez comenzado el camino, ya no parará y Eva González conseguirá convertirse no solo en autora de una extensa obra poética y narrativa, también de numerosos artículos y colaboraciones en periódicos y revistas, y de una importante producción epistolar entre otras cosas.
Sus primeras obras se integran en la serie ‘Na nuesa tsingua’, escrita entre 1980 y 1990 en colaboración con su hijo Roberto González-Quevedo. Después nos llega su obra en solitario: ‘Poesía completa’ (1991), donde apreciamos el paso desde la métrica, el estilo y el ritmo de la tradición oral a una poesía más intimista y personal, aspecto del que también se contagia su obra narrativa recogida en ‘Cuentos completos’ (2008). En 2011 llega ‘Pequena enciclopedia de nós’, un estudio etnográfico y filológico de su tierra, y, después, ‘Hestoria de la mía vida’, libro de memorias que –acabado en 1988– no quiso publicar en vida, viendo la luz en 2018 (ed. bilingüe). De esta dice su hijo: «tiene gran calidad literaria y un alto valor lingüístico (...), aporta datos interesantes de la vida tradicional en el Alto Sil y en el seno de una familia ganadera y campesina (y contiene) algunas informaciones valiosas históricamente». En dichas memorias la autora relata en primera persona su trayectoria vital, centrándose en los años trágicos de la Guerra Civil que marcaron su vida. Su infancia y su juventud, alteradas por las circunstancias históricas, la abocaron a una vida lejos de su tierra natal aunque, a pesar de vivir en muchos lugares, siempre volvía a su pueblo «muchas veces en presencia, siempre con el alma y la pluma», hasta que por fin volvió para instalarse definitivamente en el mismo.
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Eva González murió a punto de entrar el verano de 2017, perdida su memoria por los oscuros senderos de la enfermedad del Alzheimer. Evitemos hoy con su recuerdo y con su lectura perder la suya y la de su obra en los aún más sombríos caminos del desconocimiento.