En la España de los años cincuenta las ciudades empezaron a recibir población, en oleadas sucesivas, en busca de una vida mejor que la que tenía en el medio rural. Las capitales de provincia no estaban preparadas para ese aluvión que llegaría a triplicar su número de habitantes en pocas décadas creando cinturones de pobreza alrededor de ellas.
El fotógrafo Alejandro S. Garrido (Madrid, 1986), a raíz de su participación en el taller que el artista Antoni Muntadas impartió en el Musac hará unos seis años, comenzó a investigar las zonas más deprimidas de nuestra ciudad, llegando al barrio de la Inmaculada, que se llamó popularmente y desde su creación «Corea», en alusión a la guerra que se producía en aquella época y por su ambiente violento, pobreza y aislamiento.
No se detuvo ahí su trabajo sino que siguió investigando y descubrió algo que sorprende. Hay barrios así en toda España, construidos por igual motivo, en los mismos años, con las mismas características sociales, económicas, urbanísticas y, curiosamente, apodados también barrios de «Corea».
León fue el primero barrio fotografiado por Alejandro S. Garrido y, también, la primera ciudad en la que se construyó un barrio de «Corea», en 1952. No se trataba de zonas degradadas sino de zonas de nueva planificación, construidas con un prurito de atención social pero de condiciones atroces. Los textos que añade el fotógrafo a la exposición, fruto de una exhaustiva documentación, nos presentan la acción gubernamental que califica las viviendas leonesas como «Casas del Aguinaldo», es decir regaladas por Navidad, las cuales no tenían ni agua corriente, ni desagüe, ni alcantarillado y asentadas en calles que estaban sin asfaltar.
Se edificó la barriada sobre el viejo asentamiento de principios de siglo que habían construido los trabajadores de las pequeñas fábricas cerámicas de la zona. La superficie total de las viviendas, habitadas casi siempre por familias numerosas, no alcanzaba los 100 m2 incluyendo el patio. Al principio el barrio no contaba con ningún tipo de abastecimiento ni conexión con la ciudad y se accedía a él a través de prados o caminos de barro. Para disfrutar allí de agua corriente se tuvo que esperar hasta 1971. La urbanización de las calles no fue aprobada hasta 1980. En 1981 los coreanos consiguieron que el Ayuntamiento cediera la nuda propiedad de las casas para ser dueños de ellas los que las habitaban entonces.
El paso de los años y el interés de los vecinos hizo ir mejorando algo las condiciones de vida. Se abrieron calles para comunicar la zona e, incluso, se construyó un gran centro cívico de diseño arquitectónico contemporáneo. De hecho las fotografías de Garrido no reflejan en la actualidad un espacio tan precario sino construcciones bajas, muy humildes y desiguales, pero no abandonadas.
La fotografía de este autor no es, como vemos en tantas ocasiones, una producción estetizadora que se recrea en fabricar belleza con la pobreza, no es un fotógrafo miserabilista, ni pintoresquista, no hay morbo en su obra sino un acercamiento documental a relatos que se han quedado fuera de la historia oficial, aquellos que sólo recoge el trapero de la historia en la basura del tiempo a donde han sido arrojados. No es mala función para el fotógrafo contemporáneo hacer visible lo invisibilizado, plasmar una cartografía social, histórica y cercana, que conocemos pero que no queremos ver ni transformar en imagen.
Este trabajo, titulado ‘Corea. Una historia paralela’, que muestra estos barrios de León, Huesca, La Coruña, Toledo, Palencia y Palma de Mallorca, se puede visitar en la madrileña galería Casa sin Fin hasta el 29 de julio. Antes estuvo en Caixaforum de Barcelona y se verá de nuevo en la sede de la misma entidad en Madrid en otoño.
Las Coreas de España
Hay barrios así en toda España, construidos por igual motivo, en los mismos años, con las mismas características sociales, económicas, urbanísticas y, curiosamente, apodados también barrios de 'Corea'
25/07/2017
Actualizado a
18/09/2019
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