El director, Eisenstein, crea toda una sintaxis del leguaje visual en seis minutos y medio pero no deja de lado el simbolismo más clásico. El cochecito del niño que, tras recibir su madre un tiro en el vientre, cae solo escaleras abajo es la inocencia y el futuro que van a ser aplastados por los soldados zaristas que reprimen a la multitud que saluda a los marineros amotinados contra sus injustos superiores en el barco militar fondeado frente al puerto.

En el otro clímax que tiene la secuencia, una mujer avanza contracorriente mientras se ven en paralelo, intercalados, planos de la desbandada general; lleva en brazos a su hijo pequeño herido de un balazo, poco a poco entra en la sombra que proyectan los fusiles de los soldados mostrando a los verdugos el horror, pero estos contestan con descargas de plomo y ambos son abatidos.
No me di cuenta hasta hace poco que la Odesa donde ocurre la mítica secuencia de las escalinatas del ‘Acorazado Potemkin’, la legendaria película de Sergei Eisenstein de 1925, era la misma Odesa que sale ahora en los telediarios, la que han obligado a entrar en guerra junto con otras ciudades de Ucrania. Y sólo ahora se me ha ocurrido buscar la imagen actual de la escalinata real que da paso del centro antiguo de la ciudad al Mar Negro y en la que se rodó la escena. El cine soviético al que pertenece esta película, que se consideró propagandístico, sirve hoy, irónicamente, para mostrar nuevamente la atrocidad, sea quien sea el que dispare sobre las escalinatas de todas las Odesas.