Para el dictador fue el número 1 -aunque el primero en expedirse fue el de una mujer en Valencia-, y para su mujer e hija el 2 y el 3. En 1951, el mismo año en que comenzó la expedición para todo el país tras la posguerra, se identificó a la Familia Real. A Don Juan Carlos se le otorgó el 10, y a Doña Sofía, el 11. Y así, hasta el 99. Hoy, nada queda de ese primer documento salvo su finalidad. «Hemos cambiado, pero siempre a mejor», destaca Esther Muñoz, funcionaria de la División de Documentación, el órgano de la Policía Nacional encargado de velar por el documento de identidad. Esta profesional vivió en primera persona el que fue, posiblemente, el punto de inflexión en la vida del DNI: su informatización. Un cambio que, incluso, facilitó el modo en que los ciudadanos obtienen su documento. Hasta entonces no era instantáneo y tardaban entre 20 días y un mes en entregarlo.
A las puertas del cambio de siglo, la Policía Nacional comenzó el trasvase de información del papel a una base de datos digital con el objetivo de modernizar el DNI. Al tiempo que se optimizó toda la documentación, se creó la estructura del órgano central que hoy vigila el trabajo que se hace en cada puesto de expedición del país. «La informatización empieza en el 89, ya casi en el 90. Esos años empezamos a traer los primeros ordenadores, una herramienta muy básica, y yo estaba detrás de cada cambio y antes de hacer nada todo pasaba por mí porque era quien estaba verificando datos», recuerda Muñoz de aquella tarea.
Hasta el final de los 80, cada documento de identidad -o su renovación- se registraba en unas fichas que contenían la información de los ciudadanos. Incluso tenían su propio código de colores para categorizar entre hombre y mujer. Así, la primera fase de esa informatización fue la de digitalizar, en medida de lo posible, el mayor número de información de cada DNI otorgado desde 1951. «Era una labor totalmente manual, trabajando con un montón de libros y un montón de gente circulando por todos lados. Lo único que recuerdo es un barullo de gente. Fueron años muy duros, pero muy interesantes», enumera esta funcionaria.
El reto fue mayúsculo, una suerte de galimatías con infinidad de fichas de datos, una por español que expidió su DNI a lo largo de casi tres décadas (si es que estaban disponibles). Con ellas, un equipo fue rellenando hojas de información que más tarde se convirtieron en libros que una empresa digitalizó. Durante el proceso, además, se empezaron a descubrir cruces en los documentos. «Detectamos duplicidades porque al hacer a mano esos primeros DNI había algunos errores. Además, había libros que estaban tan mal o escritos a mano y no muy claros, que hubo información que no se pudo rellenar. Todavía viene gente, por ejemplo residentes en el extranjero que se marcharon tras la guerra, que tenía su documento cuando dejó el país, y puede estar en uno de esos libros no guardados. Entonces, vamos a nuestros ficheros, que lo llamamos el barracón, y si encontramos a la persona le renovamos el DNI y, si no, le damos un número nuevo», explica Muñoz a ABC.
El número que nunca fue de un muerto
A mano, precisamente, se hacía antaño el reparto de números a los equipos de expedición. Existe el falso mito de que si tu número es bajo es porque en el pasado ha pertenecido a un muerto, algo que es erróneo. Cada cifra es personal y perpetua, incluso después de la muerte, y la realidad más simple que las leyendas que corren sobre el DNI.«Cuando yo llegué había una señora muy mayor que tenía un libro rojo en el que iba anotando, según los equipos le iban diciendo que se acababan los números. Ella veía la numeración que quedaba libre, o la que tenía disponible, y si podía le daba de la misma», rememora Esther Muñoz.
Fue, en la práctica, como rellenar un puzle. Si la primera oficina que se abrió en Madrid fue, por ejemplo, la de Santa Engracia, a esta se le asignó del 1 al 1000. A la siguiente, del 1.001 al 2000. Y así, sucesivamente. Por lo que cuando el bloque terminaba, se pedían más números. El reparto, que se fue haciendo a medida que se iban creando las oficinas de expedición, hizo que cada paquete no se dieran seguidos. «La idea ahora es que los números vayan correlativos y seguidos independientemente de qué oficina los dé», explica a ABC esta funcionaria que cifra en unos 39 millones los números que están todavía por dar.
Una exposición para festejar con vista al futuro
Con más medidas de seguridad, y variaciones en su funcionamiento, la Policía ya encara el desarrollo del nuevo documento de identidad: el DNI 4.0. Pocos detalles se conocen de la nueva tarjeta que contará, entre sus cambios, con una segunda lengua de la UE. «Nos obliga la Unión Europea... Ahora habrá que decidir cuál», apostilla Esther Muñoz, que prevé alguna ligera variación en el diseño aunque todo está en el aire aún. «El DNI actual son cinco capas de distintos materiales, y una entre ellas una medida de seguridad que nadie había trabajado sobre ello. No hemos empezado con el desarrollo, pero parece mentira la cantidad de cosas que hay que hacer», sentencia esta profesional. Lo que sí ha trascendido es la puesta en marcha del DNI exprés, que revolucionará el trabajo en las oficinas de expedición y permitirá hacer el documento en un cubículo (como un fotomatón) hasta a tres personas a la vez.Hasta el próximo 6 de enero de 2020, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, que se encarga de hacer la tarjeta física del documento, alberga en el Museo Casa de la Moneda una exposición que conmemora esos 75 años de historia. Su visitantes podrán ver cómo han cambiado los diseños, documentos históricos (como el resguardo de ese número 1 para el dictador) o la maquinaría con la que día a día se expide la tarjeta que identificará a un español para el resto de su vida.