Adiós al amigo viejo, y pintor

Alejandro Vargas falleció esta semana en León, a los 95 años. Fernando Rubio compartió con él vivencias en los años 70, uno como artista y el otro como informador gráfico

14/10/2024
 Actualizado a 14/10/2024
Alejandro Vargas antes sus obras en una exposición de 1970, tenía 41 años. | FERNANDO RUBIO
Alejandro Vargas antes sus obras en una exposición de 1970, tenía 41 años. | FERNANDO RUBIO

Cuando Fernando Rubio conoció la noticia del fallecimiento de Alejandro Vargas recuperó varias fotos de aquellas que recordaban sus experiencias compartidas en los años 70 y les puso un título a bote pronto, que suelen ser los más acertados pues expresan los sentimientos despertados por la noticia sin filtros ni pasados por la revisión del tiempo: «Mi adiós al pintor y al amigo viejo», y recogía unas cuantas imágenes, de exposiciones, de cuadros, de familia, de amigos... de Alejandro Vargas. «Son imágenes de la en la etapa en que lo conocí y traté. Desde los 80 no había vuelto a verle pero siempre he guardado un grato recuerdo de su persona. Mis condolencias a sus familiares y amigos». 

Y suma una imagen de dos jóvenes Jular y Vargas que, explica, «ilustran perfectamente una frase del obituario aparecido en La Nueva Crónica y sacada de una vieja entrevista: «Era 1961, yo había llegado a León en 1960, en pleno auge de toda la pintura abstracta en Europa, y yo venía de París. Estaba preparando una exposición y te conocí a ti (Jular) que me dijiste ¿y por qué no expongo contigo? Eras todo entusiasmo, Y así se fraguó».

Como la hormiguita que es documentándose Fernando Rubio de todas las reseñas, obituarios y artículos sobre Alejandro Vargas ha ido recogiendo frases que nos acercan más a la figura del artista y el personaje, a su verdadera dimensión, algo en lo que reparaba la periodista y escritora asturiana Ángeles Caso, habitual en León. «Al igual que admiro las calidades del alma de Alejandro Vargas, admiro las de su pintura, que son las mismas. Porque ella es el propio Alejandro Vargas; o mejor aún, el fondo auténtico de él mismo».

Imagen 1 Alejandro Vargas mujer
Alejandro Vargas en una estampa familiar. | FERNANDO RUBIO

No podía faltar la mirada y la reflexión del considerado gran amigo de Alejandro Vargas a lo largo de unas vidas compartidas, la de Antonio Gamoneda, un ser profundamente apenado por la pérdida: «Entren ustedes en un bosque con los ojos cerrados. Ábranlos lentamente. Permanezcan, por favor, en silencio. Verán y no verán. Se habrá producido una desaparición de la perspectiva y una identificación en los límites de los cuerpos vegetales. Las luces y las sombras hierven y se penetran; quizá con violencia, quizá con dulzura, pero siempre, compruébenlo, la naturaleza está ahí, revelando los increíbles, los ocultos colores de la selva, los prismas secretos de la materia. Si han conseguido apresar este instante, están ustedes dentro de un cuadro de Alejandro Vargas».

No en vano en el mismo obituario de La Nueva Crónica se recogía una antigua reflexión de Vargas sobre los críticos de arte. «Al margen de quienes estamos en este mundillo de la pintura la única persona cualificada para emitir un juicio sobre arte es Antonio Gamoneda». Unas palabras a las que dan mucha razón las de Gamoneda en su adiós.

Se destacaba en todas partes la inquietud de Vargas, su profunda formación artística y cultural, su interés por todos los campos del saber. Por eso no extraña que Rubio haya recogido testimonios muy diversos, como el reconocido maestro (profesor) Manu Velasco: «Cada vez que veo a Alejandro pintar, pienso que los maestros somos pintores que ayudamos a nuestros alumnos a pintar sus sueños y a trazar sonrisas en las caras tristes. También pienso que si educamos cómo él pinta, cómo él sujeta y desliza sus pinceles, estaremos contribuyendo a mejorar la educación y con ella el mundo».

Y es que la sombra de Alejandro Vargas seguirá siendo muy alargada, tanto como el recuerdo entre sus paisanos, cuya amistad cultivó. 

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