El Gran Café servirá este viernes de escenario a la presentación, a partir de las 19:30 horas, del libro ‘Color y dolor. A propósito de los tatuajes’ (Rocobriks), del que es autor el gijonés Adrián Alonso, doctor en filosofía por la Universidad de Oviedo y artífice, entre otras publicaciones, de ‘Filosofías del tiempo’, ‘El tiempo digital’, ‘Comprendiendo el amor’ y ‘Meditaciones para una pandemia’. Además, es colaborador del ciclo de cine ‘Peor... Imposible’ y ha participado en el libro ‘El largo y patético adiós. Declive del cine de géneros europeo 1975-1990’. Actualmente ejerce como profesor de educación secundaria.
A la pregunta de qué le ha llevado a interesarse por el mundo de los tatuajes, Alonso responde que «seguramente sería por mi edad que los tatuajes los entendíamos al menos como una extravagancia. Yo soy profesor de instituto y lo que voy viendo es que las pieles de los alumnos se van pintando a color y a dolor, cada vez con mayor frecuencia y a menor edad. Cada vez me encuentro con alumnos más jóvenes con tatuajes. También es cierto que cuando vas a la playa o a cualquier otro sitio te encuentras con tatuajes por todos lados, incluso en lugares que antes eran tabú, como la cara, cosa que a mí me sigue sorprendiendo mucho», reconoce el docente y escritor asturiano, cuyo libro, asegura, «es un intento de dar respuesta al porqué de este fenómeno, porque cuando preguntas a la gente por qué se ha tatuado las respuestas suelen ser muy vagas. Incluso cuando les preguntas por el significado del tatuaje algunos te dicen que es simple ornamenta y otros es cierto que ponen mensajes más personales, pero da la sensación de que el mensaje es secundario. Ellos querían tatuarse y después se buscaron una excusa o un mensaje que ponerse», sostiene el autor de ‘Color y dolor’, para quien el libro «responde a una inquietud de algo que vas viendo que se generaliza y trato de darle respuesta a eso».
Sobre el enfoque más histórico o social que ha querido dar al fenómeno en su última publicación, Adrián Alonso señala que «es un ensayo y en tanto ensayo bebo de muchas fuentes, de muchas disciplinas. Hago historia, antropología, rasco de muchos lugares, por supuesto de la psicología, etc, pero al final lo que trato es de hacer una composición de lugar, una buena visión general panorámica desde unos parámetros. Son cuatro capítulos que responden a cuatro eras históricas: la oralidad, la llegada del alfabeto, el mundo capitalista obsolescente y finalmente el mundo digital. Me planteo si el tatuaje se puede leer o interpretar desde estos parámetros históricos y de buscar una unidad en esta idea del tatuaje más allá de las épocas históricas, que por supuesto tienen diferencias», asegura Alonso.Le comento que tiempo atrás veíamos el tatuaje vinculado a determinadas tribus urbanas y que desde hace un tiempo se ha extendido a la generalidad de la sociedad. Preguntado por el perfil de la persona que se presta a esta práctica, el autor considera que ese perfil se ha perdido. «Ya no se da un perfil de chico o chica tatuado. Los adolescentes son los que más se tatúan, seguramente por la fragilidad de su edad, en su búsqueda de acomodo en el mundo, el buscar a sus pares y la aprobación de sus semejantes. Pero incluso adultos y en la edad que yo me muevo, cercano a los cuarenta, lo que me encuentro son padres y madres que se tatúan los nombres de sus hijos, etc. La diferencia con esa época pretérita de la que hablas, donde había tribus urbanas, yo creo que está sobre todo en la parte subversiva. El tatuaje ha dejado de ser insolente. Ya no es insolente. Incluso la Guardia Civil, que antes tenía prohibido tatuarse, ahora mismo también pueden llevar tatuajes siempre que no los enseñen. Antes el tatuaje era algo insolente y eso ya lo ha perdido completamente, al menos en esa rebeldía juvenil, vamos a decir, rockera incluso. Ahora se tatúa cualquiera, cualquier cosa y de cualquier manera», asevera.Como gijonés mantiene una relación estrecha con León, aunque reconoce que no conoce el local donde se va a presentar este viernes su libro, El Gran Café, pues la organización del acto ha corrido a cargo del editor. «Lo cierto es que otros dos libros que escribí los hice con una editorial leonesa, Péndula, que me organizó allí presentaciones. Pero más allá de eso, un asturiano tiene relación con León por una simple cuestión de proximidad. Algo que me encanta es ir a ver el Musac, que es una maravilla. No he vivido ni estudiado en León, pero la conozco de pasearla con fruición», declara el profesor gijonés, que también tuvo ocasión de escribir sobre la pandemia en una de sus publicaciones. «Ese libro sale como una terapia del confinamiento, era un terreno muy fértil para la filosofía porque estaban ocurriendo cosas muy extrañas. El hombre desapareció de las calles y la naturaleza volvió y de repente apareció un jabalí por las calles de Oviedo, aparecieron osos en Cangas de Narcea, delfines en los canales de Venecia. Todo eso merecía una reflexión. Después lo que hice fue recoger lo que los filósofos de primer orden estaban escribiendo sobre la pandemia y apuntarme a la conversación. Lo más interesante es que se nos prohibió socializar, pero somos animales sociales, con lo cual esa socialización la encauzamos a través de las redes sociales, pero no es lo mismo relacionarse en persona que hacerlo a través de internet. Eso tiene cambios y consecuencias profundísimas tanto a nivel social como económico, sanitario y educativo. Ese libro responde a ese tipo de pregunta», argumenta el escritor.
Sobre el modelo de sociedad que va a quedar tras superar este periodo, el filósofo Adrián Alonso considera que tanto ‘Meditaciones para una pandemia’ como ‘Color y dolor’ son dos libros que mantienen bastantes puntos de conexión. «Una de las tesis fuertes de ‘Color y dolor’ es que los tatuajes se pueden entender en algunos casos como un caballo de troya, como una rebeldía precisamente contra la sociedad que ha acentuado la pandemia, que es una sociedad de relaciones obsolescentes, líquidas. Yo si me relaciono con un avatar de internet, de un videojuego, de un foro, etc, el compromiso ético desaparece. Esa cortesía que se debe en las relaciones personales, como puede ser esta conversación telefónica que mantenemos, se pierde en este otro ámbito de internet. Precisamente los tatuajes pueden ser ese caballo de troya, en el sentido de decir yo no soy un avatar, me duele el tatuaje porque soy alguien de carne y hueso. ¿Qué sociedad nos va a quedar? Pienso que una sociedad más superficial a la que le va a costar más intimar, entrar en los círculos íntimos de las personas, una sociedad más frívola seguramente, una sociedad más complicada. Pero quizás los tatuajes puedan ser una especie de rebeldía, de reacción, de caballo de troya contra esa sociedad tan líquida», concluye Alonso.
Adrián Alonso: "El tatuaje ha dejado de ser insolente"
El autor gijonés acude este viernes a El Gran Café con su más reciente publicación, ‘Color y dolor. A propósito de los tatuajes’, donde hace historia y antropología de esta práctica cada vez más generalizada en la sociedad
11/02/2022
Actualizado a
11/02/2022
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