El Ágora de la Poesía, donde "no cabe la vanidad" y "el capitán son los versos"

El Ágora de la Poesía lleva poco menos de doce años celebrándose ante San Marcos de forma ininterrumpida. Desde las 20:30 horas de este viernes, sus adeptos regresan para declamar en el anfietatro

28/03/2025
 Actualizado a 28/03/2025
Un instante del Ágora de la Poesía celebrado en enero de este año en homenaje a la recientemente fallecida Paz Martínez. | MAURICIO PEÑA
Un instante del Ágora de la Poesía celebrado en enero de este año en homenaje a la recientemente fallecida Paz Martínez. | MAURICIO PEÑA

Hay un espacio en León en el que las gentes se saludan con rima y se despiden diciendo «hasta el próximo verso». Es un lugar inequívoco por su emplazamiento. También, por lo que en él se respira: sosiego, calma y mucha –pero que mucha– tranquilidad. Es un enclave que lleva por nombre el que le dieron sus inquilinos, que hicieron de su palabra, de su nomenclatura, todo un hogar. Que transformaron definitivamente el anfiteatro de San Marcos en el Ágora de la Poesía de León.

Y, como si de viejos griegos se tratase, los vecinos de la ‘polis’ que es esta ciudad se citan cada último viernesde mes en este rincón para la cultura; para la poesía que se recita sonora a varias voces. Algunos días –los fríos– en compañía de dos o tres termos cargados de chocolate caliente y de cojines o mantas que hacen las veces de asiento para evitar el contacto directo con la gélida grada. Sobre la arena, nada además de micrófono, altavoz y una luz enfocada hacia el recitador.

«Fue algo que surgió casi de casualidad», en palabras de Ramiro Pinto –uno de los más veteranos–, el 31 de mayo de 2013. «Como nos regulamos según la normativa de entonces, solicitamos hacer una manifestación poética durante los próximos cien años y nos lo concedieron», sigue: «La parte burocrática la hemos salvado casi poéticamente». Aunque «ha habido quienes piden que el Ágora sea una asociación para recibir subvenciones», la «inmensa mayoría» de sus asiduos ha sostenido que no. «El Ágora tiene que quedar limpio de todo y ser lo que es: un encuentro donde compartir los versos, la poesía», señala Pinto. Así ha sido durante los casi doce años que se ha venido celebrando de forma ininterrumpida.

Eso es lo que fundamenta este lugar: «sacar la poesía a la calle, que no esté en las élites ni en los libros donde se selecciona». Un lugar que tiene lema: «la poesía no compite, se comparte». Así lo reza la pancarta que, cada último viernes de mes, cuelga de su podium dando la bienvenida a todo el que lo desee. «Haga lo que haga: frío, calor... Llueva o nieve», apunta el veterano: «Hasta ahora, en todos los encuentros que hemos celebrado, ha venido siempre alguien nuevo». 

Personas de Asturias, Valladolid, Palencia, Burgos y hasta Barcelona se han acercado alguna vez a recitar delante de San Marcos. Cuenta Pinto que incluso Antonio Gamoneda y Juan Carlos Mestre les han llegado a conceder una dedicatoria. Y que Antonio Colinas, cuando visitaron su Casa de la Poesía, prometió pasarse alguna vez. Aun así, «el Ágora no busca quién es el gran poeta»; no sigue esos maniqueísmos regidos por esa idea de ser bueno o malo, mejor o peor recitador. «El poeta obrero, el que era soldador, tiene derecho a expresarse poéticamente y a sacar sus versos de los cajones que estaban cerrados», resuelve el rapsoda: «Hay enormes sorpresas... Gente que viene de algún pueblo y recita increíble o personas jóvenes que pasan de ser espectadores a leer sus primeros versos». 

Ramiro Pinto durante su intervención en uno de los Ágoras de la Poesía celebrados ante San Marcos. MAURICIO PEÑA
Ramiro Pinto en uno de los Ágora de la Poesía celebrados ante San Marcos. |   MAURICIO PEÑA

Hay, también, personas como «la señora Felisa». Así llaman todos en el Ágora a una mujer de más de ochenta años que recita de memoria poemas de larga extensión. Una mujer que, sin leer ni escribir, saca lustre a su memoria prodigiosa, alimentada por un hambre y una sed insaciables de poesía que convierten su cerebro en una libreta donde no es necesario apuntar. 

Felisa y Ramiro son dos de los muchos que nunca fallan. A ellos se han llegado a sumar más de trescientas personas. Todo en un evento que, cada día, tiene por presentador a alguien diferente. En una cita en la que sólo una vez se quedaron tres decenas de declamadores sin declamar en lo que se presentó como una excepción, pues nunca hay final previsto en el Ágora. 

Pero no han sido todo luces en este tiempo en que el grupo de trovadores ha visto dejar este plano a más de una persona. Ocurrió con saña en 2023, cuando perdieron a una de sus referentes, Sandra Sánchez García. También en enero de este año, con el fallecimiento de la poeta astorgana Paz Martínez, a la que rindieron un homenaje de versos en el encuentro mensual. Y no suelen faltar referencias, recuerdos entre las palabras de los participantes, que hacen de las estrofas, de los sonteos, un escudo firme contra el olvido. 

Porque el Ágora es un espacio para todo el mundo. Un acto que se ha hecho rincón y ya gusta a cualquiera. «Excepto a esos que no entienden que la poesía es de las personas y no de cuatro élites», apostilla Pinto, que sentencia al segundo que «la vanidad no cabe en el Ágora», donde tampoco hay espacio para un «capitán» que no sean «los versos y la poesía». 

Este viernes, más o menos desde las 20:30 horas, el barco vuelve a llegar a puerto. Sus marineros –tanto aquellos que entonan como los que sólo escuchan– atracan a bordo del humilde velero al que capitanean los versos. Marineros y versos que tienen claro que «el valor de la poesía es escuchar, transmitir un sentimiento y mostrar la belleza del lenguaje». «Que la gente no tenga reparos; que este espacio es para ellos, para ellas, para todas la personas y poetas», añade austero el trovador. Y no tarda en terminar. «Nos han preguntado muchas veces qué es el Ágora», dice antes de recitar en respuesta a Fernando Pessoa: «Deja pasar el viento sin preguntarle nada./ Su sentido es tan sólo ser el viento que pasa». Y, por si no quedara claro, el rapsoda canta: «Dejemos pasar la poesía, déjala pasar. Su sentido es ser poesía, nada más».

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