Al respecto de ‘la verja’ de la Casa Botines

El historiador José Mª Fernández Chimeno se adentra en los orígenes de la verja que rodea el emblemático edificio de Gaudí

José Mª Fdez Chimeno
28/12/2017
 Actualizado a 17/09/2019
Un detalle de la verja que rodea la Casa Botines diseñada por Antonio Gaudí. | ICAL
Un detalle de la verja que rodea la Casa Botines diseñada por Antonio Gaudí. | ICAL
Debido a un primer error de trascripción, que se ha repetido sistemáticamente a lo largo de los años y en diferentes publicaciones (libros, artículos, etcétera) el nombre de la empresa gijonesa, que recibió el difícil encargo de realizar el diseño gaudiniano de la verja de la Casa Botines, está equivocado. Un ejemplo evidente lo tenemos en el siguiente texto: «los talleres de la Nessler Raviada y Cia., de Gijón, (ejecutaron) la verja que protege el foso circundante del edificio, en la que es preciso apreciar el juego de encruzamientos de las pletinas y el remate de pinchos, muy semejante al diseñado por Gaudí para la Casa Vicens de Barcelona».

Con ser importante el dar a conocer el verdadero nombre de la fábrica que llevó a cabo el encargo del experimentado maestro de obras Claudí Alsina  –quien se trasladó a Gijón por tren entre los años 1892 y 1893, cuando estaba al frente de las obras de la casa de los Sres. Fernández y Andrés–, no lo es menos desvelar los orígenes de la empresa Kessler, Laviada y Cia.

En el Archivo Municipal de Gijón se conservan los expedientes abiertos por el Negociado de Policía urbana a nombre de D. Julio Kessler y Frederic, vecino de Gijón según cédula nº39, quien solicita el permiso para trasladar su fábrica de fundición La Begoñesa (sita en la calle Padilla) a los terrenos comprendidos entre la calle del Carmen calle de la Rueda y terrenos de Ferro-Carril de Langreo. El Expediente Nº 4809, con fecha del 17 de noviembre de 1879, nos dice que «poniendo en conocimiento de ese ilustre Ayuntamiento (Gijón) que la presión de la máquina de vapor que se emplea es de 3 atmósferas y la fuerza de las calderas de 6 caballos» fue aprobado, no sin arduas negociaciones, debido a la denuncia de un vecino de la villa que consideraba era esa una industria peligrosa dentro del casco urbano y alegaba en su defensa que «estando solo permitido en Barcelona, la primera ciudad fabril de España el establecer o trasladar, dentro de la zona interior de la población, fábricas cuya fuerza no esceda de los tres caballos de vapor» no se autorice su instalación en el citado lugar.Ocho años despues, el Expediente Nº 161-1887, del 30 de junio de 1887, en la persona Kessler, Laviada y Cia. vecinos de Gijón según cédula nº 7478, se constata que «solicitan el permiso necesario para levantar un metro y medio en quince de largo de pared que cierra su fábrica de fundición en la Calle del Carmen con tres huecos según plano adjunto. Favor que espera de V. L. q. D. g. m. a.»; lo cual nos confirma que el mismo año en que Antonio Gaudí diseña el primer proyecto del Palacio Episcopal de Astorga (junio y agosto de 1887) la empresa ya ha cambiado de nombre y tiene dos socios, Julio Kessler y Juan Laviada, cuya actividad empresarial se decanta hacia las obras de fundición. Tal refleja el Expediente 9-1890, del 10 de abril de 1890, donde se verifica en el Negociado de Policía urbana que «Los Sres. Kessler Laviada y Cia. con el debido respeto exponen: que de común acuerdo con el propietario deseando colocar dos miradores con sus repisas ...» para la casa situada en la Calle Morales Nº 49 propiedad de D. Genaro Palacios.Pasado un año, en diciembre de 1891, Gaudí firmaba en Barcelona los planos de la Casa Botines donde se proyectaba una verja para proteger el foso circundante del edificio. Hijo y nieto de caldereros, los diseños del genial arquitecto de Reus se intuían difíciles y complejos en su ejecución, por lo que ante la imposibilidad de ser realizados en León, el maestro de obras Claudí Alsina acudió a La Ciudad del Vapor.Así titulan su libro Paz García Quiros y José Mª Flores Suárez, refiriendose a la por entonces industriosa Gijón; y nos informan que pronto darían un giro radical a su negocio con nuevos productos. La intención primera de Julio Kessler había sido fabricar artículos de cocina de hierro fundido con baño de porcelana, pero ante las dificultades técnicas del momento se decantó por los productos de fundición y taller de cerrajería. Con la incorporación de un nuevo socio se reanimará la linea de productos esmaltados y se pueden jactar que salga de sus talleres la primera máquina de España para la fabricación de hielo artificial. El futuro se adivinaba prometedor hasta que «con el fallecimiento de Julio Kessler llega la nueva titularidad, Laviada y Compañía S. A., rebasando los quinientos operarios, entre hombre y mujeres, pinches y empleados».

El Expediente 72-1895, de 30 de abril de 1895, nos revela «El que suscribe (Juan Laviada) vecino de Gijón, según cédula personal número 7, Gerente de la Sociedad Laviada y Compañía, Sucesores de Kessler Laviada y Cia. de V. S. solicita se le conceda permiso para hacer la variación que se indica (reformas en fachada)...».

Con la denominación Laviada y Cía la empresa se mantuvo hasta los años cincuenta del pasado siglo XX, y seguía fabricando en sus instalaciones productos a base del esmaltado y colorantes para los mismos (batería de cocina); en esa década se fusionó con La Industrial, la fábrica de vidrios más antigua de la ciudad, dando origen a una nueva razón social: La Industrial y Laviada, con la que llegaría al final de su vida en 1983. Esta es sucintamente la historia de una de las más longevas empresas del Gijón fabril que ha pasado a la Historia del Arte por su capacidad para realizar una de los más alambicados diseños de forja salidos de la mente creativa del genial Gaudí.
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