Alicia y el Sombrerero Loco bailan claqué en Londres

El ballet de Christopher Wheeldon vuelve a Covent Garden de la mano de Francesca Hayward a partir del clásico literario de Lewis Carroll y se retransmite en directo este martes en los Cines Van Gogh

Javier Heras
15/10/2024
 Actualizado a 15/10/2024
Una escena del ballet ‘Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas’. | JOHAN PERSSON
Una escena del ballet ‘Las aventuras de Alicia en el país de las Maravillas’. | JOHAN PERSSON

Sorprende que 'Alicia en el país de las maravillas', una de las joyas de la corona del Royal Ballet -donde lleva unas 70 funciones-, no se represente desde 2017. Para su regreso a las tablas, que Cines Van Gogh retransmitirá en directo desde Londres este martes 15 de octubre, la compañía mantiene a varias figuras del elenco, sobre todo en los papeles secundarios (James Hay como el conejo; Gary Avis como la duquesa), pero renueva a los protagonistas. En el rol titular, la inglesa Francesca Hayward, Premio de la Crítica en 2016 y 2019, demuestra ligereza, candidez, fino trabajo en puntas y también resistencia: no se baja del escenario durante los tres actos. Junto a ella, el galés William Bracewell, galardonado con el Best Male Dancer de 2023, no pierde la compostura ni en los pasajes más rápidos y complicados. Aunque la estrella de la función es la veterana Lauren Cuthbertson, la Alicia original, que pasa a interpretar a la Reina de Corazones. Y lo hace con expresividad y gran timing cómico. 

La historia de esta obra se remonta a 2011. La directora del teatro, Monica Mason, se empeñó en renovar el repertorio, anclado en los clásicos pese a algún intento aislado, como el desastroso 'Mr. Wordly Wise' (1995). Apostaron por ballets abstractos en un solo acto, pero hacían falta obras narrativas en tres actos. «El público nuevo teme encontrarse algo demasiado intelectual, por eso necesitamos una trama, unos personajes de los que enamorarse», declaró en una entrevista. Encomendaron la tarea al joven británico Christopher Wheeldon, que desde los 11 años había estudiado en Covent Garden. Si bien su fama se cimentó en piezas cortas como 'Polyphonia' (2001), 'DGV' (2006) o 'Fool’s Paradise' (2007), también ha abordado temas históricos (Ana Bolena) y se ha atrevido con Shakespeare.

Escogieron un argumento muy popular: la novela de Lewis Carroll (1865) sobre una niña que cae por un agujero a un mundo de fantasía. Con su estructura laberíntica, sus personajes charlatanes y su delirante imaginación, no resulta muy bailable, pero su popularidad garantizaba el éxito de taquilla (poco antes Tim Burton la había adaptado al cine). Aparte, sus protagonistas son «muy físicos, saltan de la página», según explicaba el propio Wheeldon, que elaboró el guión junto al dramaturgo Nicholas Wright. Para la escenografía, llamaron a Bob Crowley, responsable de musicales de Broadway galardonados en los Tony como 'Mary Poppins' (2007) o 'Un americano en París' (2015). 

 

Por su parte, el compositor Joby Talbot (Wimbledon, 1971) escribió la partitura desde cero. Autor de bandas sonoras para Hollywood ('Canta!') y de otros ballets como 'The Winter’s Tale', su estilo combina las melodías románticas propias de los rusos (Prokofiev, Chaikovski) con una instrumentación muy moderna, que saca partido a la celesta y a la percusión africana. Destaca su descripción de ambientes y sensaciones (como el tic-tac de los relojes), su imaginación y sus texturas, sin dejar de lado el carácter danzable.

El estreno asombró al mundo. La explosión de color de los decorados y del vestuario se complementaba con un uso brillante de las proyecciones multimedia. La coreografía, de lo más ecléctica, resultaba reconocible pero a la vez moderna. En Wheeldon se aprecia tanto el sello inglés de MacMillan como el americano de Balanchine y Robbins, con su libertad física, sus formaciones en grupos y sus patrones angulares (aquí, los naipes). Eso sí, nadie le ha influido como Frederick Ashton: quiso ser bailarín desde que de niño vio La fille malgardée por televisión, y como el maestro aúna estilos diversos sin perder su identidad: una estructura decimonónica (pas de deux, variaciones…), un vocabulario clásico plástico y bello, pero también una libertad de enfoque. 

Siempre inclusivo, Wheeldon hace guiños a disciplinas menos elevadas, como los títeres, la pantomima, el teatro negro de Praga (el gato de Cheshire), los números musicales con formas geométricas de Busby Berkeley (las flores en círculo) o la danza oriental (la oruga, grupo de bailarinas que mueven el tronco sinuosamente). Incluso incorporó el claqué, como homenaje a su ídolo Gene Kelly y como elemento de percusión. Fue fundamental el dominio del zapateo del bailarín Steven McRae, aquí Sombrerero Loco. Su movimiento es fascinante, contraste de la ligereza del ballet y lo terrenal del claqué, siempre pegado al suelo.

Las virtudes de esta Alicia no se agotan aquí. Podemos hablar de su dinamismo, sus rápidos cambios y encuentros, la incesante acción. También de la presencia del humor, con una duquesa travestida y una impagable parodia: cuando la Reina baila torpemente con cuatro hombres, como la Bella durmiente con los príncipes en el Adagio Rosa… pero sin sentido del equilibrio.

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