Allí donde la nieve también tiene dos colores: blanca y negra

La estación de esquí de Pajares, de titularidad asturiana, es un magnífico ejemplo de convivencia vecinal entre asturianos y leoneses, más allá de bromas y tópicos

17/03/2025
 Actualizado a 17/03/2025
El esquí vivió un boom en los 70, se popularizó, como se puede ver en las colas de los remontes. | FERNANDO RUBIO
El esquí vivió un boom en los 70, se popularizó, como se puede ver en las colas de los remontes. | FERNANDO RUBIO

Los enclaves son territorios incluidos en otro con diferentes características políticas, administrativas, geográficas.... el más cercano puede ser el de Treviño, burgalés pero inmerso en tierras vascas, pero hay muchos más.

Y hay territorios que técnica, o legalmente, no lo son «pero bien lo parecen», como podía ser la estación de esquí de Pajares, de titularidad asturiana, pero a la que se accede por territorio leonés (en Arbas está la entrada) y donde la mixtura en la convivencia es norma y ejemplo, más allá de bromas y tópicos, asturianos y leoneses casi se confunden.

El último ejemplo, acaba de fallecer Manuel Cañón, el entrañable Cañonín, toda una vida dedicada a la estación de esquí, donde entró a trabajar antes de cumplir veinte años y se mantuvo hasta su jubilación, hace tan solo unos meses. Estaba de luto la estación y sus trabajadores, lamentó su pérdida la prensa asturiana... y Cañonín era natural de Camplongo, su pueblo y en el que siempre vivió. 

Digno representante de la tradición assturleonesa del lugar que, no lo olvidemos, lleva del nombre de Chus Valgrande, realmente Jesús Suárez Valgrande, otro asturleonés de pro, asturiano de nacimiento y, basta señalar para no extendernos, padre del ministro leonés y diputado por León, primer Leonés del Año —Fernando Suárez—y también del ex alcalde de León, José María Suárez... Sin pasar por alto una curiosidad:la gran pionera de la tonada asturiana fue... La Busdonga.

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Esquiadores en Pajares en los años 70. | FERNANDO RUBIO

El recuerdo de Cañonín, el homenaje al paisano, nos lleva este lunes a la estación de esquí de Pajares, al Parador, al Puerto... a la nieve.No le faltan imágenes a Fernando Rubio, y recuerdos. «Al hablar de Manuel Cañón, de Valgrande, de la nieve... además de las fotos la memoria me lleva a repasar la dura vida de las gentes de la montaña, sobre todo en invierno, al albur de un verso de Julio Llamazares: ‘Todo es tan lento como el pasar de un buey sobre la nieve’;y recordé a Honorino el rescatador,  que ya ha pasado por este rincón, asistiendo a vivos bloqueados por la nieve y al difunto de Isoba que no podía ser enterrado sin el ataúd: ‘había buena luna, veía perfectamente a unos lobos que me acompañaban a pocos metros. No es que tuviera miedo pero cuando llegué a Isoba respiré más tranquilo’. Ya  A Juana, la cartera de Caín —también ha estado en uno de nuestros lunes— trayendo y llevando buenas y malas noticias con su burro, con los fríos más intensos o los calores más sofocantes. ‘Hacía cada día veinte kilómetros, nueve y nueve, más el callejeo del reparto. Con buen tiempo son casi un paseo, y con las nevadas que caían entonces, pues, imagínate» «Aunque para mí era mucho peor el calor de julio y agosto, me sofocaba más, por aquí estamos menos acostumbrados... Y a tantos otros que daban servicio a los vecinos de esos parajes en los que, en el invierno más crudo, la nieve les llevaba a un aislamiento que, a veces, se prolongaba hasta la primavera». Son las dos caras de la nieve. Los dos colores, lo que los lugareños llaman la nieve blanca y la nieve negra.

Que ha cambiado mucho la situación —cambio climático o lo que sea—y ya no son aquellos inviernos en los que, recuerda Fernando, «la nieve en la montaña convivía con mucho frío, los días parecían eternos, porque aunque el pueblo era pequeño, el frío lo hacía todo más difícil. No había calefacción en las casas, solo una cocina y braseros. Ese frío constante y abrumador se combatía con ingenio y perseverancia: leña siempre a mano, bolsas de agua caliente y el calor que, paradójicamente, ofrecían los animales alojados en las cuadras bajo las viviendas. Aquellos animales no solo eran un sustento, sino también una fuente de calor que hacía más llevaderas las noches gélidas. Pues, decían los vecinos, cuando comenzaba a nevar parecía que no iba a parar nunca».

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Los coches y las ropas de los usuarios delatan que eran otros tiempos. | FERNANDO RUBIO

Y fenómenos que iban acompañados de otros aspectos muy positivos: «Se acentuaba la solidaridad, se realizaban las famosas espaladas a toque de campana o se celebraba esos filandones que han recuperado gran protagonismo gracias a ‘filandoneros’ como Luis Mateo Diez, José María Merino, Aparicio o, asimismo, la película El Filandón, de Chema Sarmiento, que se repone con mucha frecuencia».

Ytambién en los años setenta, la década de Rubio en la prensa leonesa, se produjo el boom inicial de ir a esquiar en las estaciones, en el caso de León fundamentalmente la de San Isidro y Pajares, curiosamente más cercana a la capital que la propia estación leonesa. «Nada o poco que ver con las comodidades actuales y, en alguna de las imágenes se puedes ver que, en los 70, cuando por obligación o devoción subíamos a la nieve era con la ropa y calzado normal, ya que el ‘equipo para la nieve’ aún no era habitual y ni podíamos imaginar la sofisticación que alcanzaría en estos años del siglo XXI en los que la nieve no sólo no se teme sino que muchos la anhelan para disfrutarla».

Como siempre es agradable y ‘cool’ pasar frío sólo cuando se quiere y no obligado por tus trabajos o necesidades o la intemperie de aquella vida.

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